16 de agosto de 2019
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La clave para dar fruto es permanecer cerca de Jesús.[1] Las temporadas de nuestra vida donde no estemos logrando los resultados deseados deben hacernos reflexionar si estamos viviendo separados de Jesús. La Palabra es muy clara cuando nos dice que apartados de Él no podemos lograr nada, así que este es un buen momento para decidir permanecer unidos con nuestro Señor.[2]
Estamos tan unidos con Cristo que nos hemos vuelto uno con Él.[3] No es que nos parezcamos a Jesús, sino que Él vive a través de nosotros. Pero ¿que ganamos con estar unidos a Cristo? El beneficio de esto es vivir una vida sobrenatural. Debemos entender que no estamos jugando a la religión, sino viviendo una vida dinámica con Aquel que vino a salvarnos. Anhelemos experimentar señales, milagros y prodigios en nuestra vida y no descansemos hasta que esto suceda. Dejemos que nuestra teología transforme nuestra biografía y así evitamos vivir en hipocresía.
Cuando Jesús formó su equipo de alto rendimiento escogió a doce y los entrenó. Conforme fue pasando el tiempo descubrió las deficiencias de cada uno: a veces no podían liberar a los endemoniados, otras veces se peleaban por el lugar que debían ocupar e incluso, en una ocasión fueron a Samaria y, al no sentirse bien recibidos, pidieron a Dios que lloviera fuego para que se incendiara la ciudad. Tenían muchas deficiencias en su carácter y en su conducta, pero Jesús, en vez de frustrarse, los reforzó a base de trabajo y paciencia.
Para alcanzar buenos resultados con nuestros equipos de trabajo debemos conocer, entender, aceptar y amar la visión que queremos alcanzar. Estos principios son los que Jesús inculcó en sus discípulos. Siempre intentó formar un discipulado responsable para que también lo fuera el resultado. Para trasmitirles ese sentido de responsabilidad les enseñó acerca del compromiso. ¿Qué tan comprometido estás con la obra de Dios? Eso determinara la responsabilidad con la que le vas a servir.
Podemos llegar a experimentar dificultades en nuestro caminar con Jesús, pero no debemos olvidar que nuestras pruebas no son para hundirnos sino para promovernos. Aprendamos a permanecer unidos al Padre en toda circunstancia[4] y volvamos al lugar de oración. Dios quiere llevarnos a un nivel de cercanía y permanencia en Él.
Servimos a las personas, pero no somos dependientes de ellas. Seamos sinceros con nosotros mismos y preguntémonos: ¿Puedo escapar de la multitud o me agrada el aplauso? Recuerda que Jesús siempre volvió al Padre para permanecer en Él. Nuestra victoria no depende de las multitudes sino de nuestra comunión con Dios.
El ministerio se vuelve insoportable cuando la rama se desconecta de la vid. Es imposible aguantar la frustración y la adversidad sin Él. Después de cada éxito huye de los aplausos y vuelve al lugar donde estás conectado con el Señor. Nuestra prioridad en el ministerio de alto rendimiento es estar con Él.
[1] Juan 15:5: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
[2] 1 Corintios 6:17: Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
[3] 1 Juan 4:17: En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
[4] Juan 10:30: Yo y el Padre uno somos.
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