04 de mayo de 2015
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La capacidad del ser humano de interactuar ha hecho que vivamos en sociedad. Claro que es un riesgo, hay ofensas y también alegrías, más aún cuando decidimos casarnos y formar una familia. No hay nada que nos robe más la estabilidad que tener un problema con el cónyuge o con los hijos, por eso es importante aprender a resolver los conflictos y vivir en paz. Cuando yo me casé no sabía cómo manejar las situaciones complicadas; mi esposa y yo teníamos diferente estilo, producto de lo que aprendimos en nuestra familia. Así que fue necesario replantear nuestra postura y encontrar el equilibrio. Una señora nos recomendó que nunca durmiéramos en diferente cama, por muy enojados que estuviéramos, y la verdad es que funciona, porque la cercanía motiva el diálogo y la reconciliación.
Al pensar en resolver conflictos debemos establecer prioridades. Lo primero que debes atender son tus problemas matrimoniales, luego los problemas que puedas tener con tus hijos; después, atiende los problemas con tu familia extendida, con tus amigos cercanos y después, puedes atender a los demás. Primero debes ser luz en tu casa y luego, reflejarla a tu alrededor. La Palabra de Dios es la mejor guía para resolver cualquier conflicto y vivir en paz. De hecho, en la Biblia leemos que es posible enojarnos, pero lo importante es no pecar dejándonos dominar por la ira, ya que hacerlo abre la puerta a las tentaciones de la ofensa, la arrogancia y la falta de perdón[1].
El primer paso para resolver un conflicto es no tener ganas de pelear, ser sabio, dejar la necedad porque a los necios que solo andan buscando pleito nadie los aguanta[2]. Ya sabemos que si buscamos, encontramos, lo que también se aplica a los problemas y contiendas. Si buscas con quien pelear, seguro lo encontrarás, pero esa postura desgasta y nos impide gozar la vida. Hay que resolver los conflictos para vivir felices y aprovechar las bendiciones grandes y poderosas que Dios tiene para nosotros.
Así que es de sabios dominar el temperamento y el enojo, por el contrario, es de tontos dejarse llevar por las emociones negativas y darle rienda suelta a la ira[3]. El que se enoja, pierde, y a nadie la gusta perder, todos queremos ganar. Yo estudié leyes y en una cátedra que se llama Debate Público nos enseñaban que enojar al contrincante era la clave para ganar un pleito, porque el enojado pierde la capacidad de razonar, dice tonteras, se confunde y queda a la deriva en sus argumentos. De hecho, enojados decimos cosas que no pensamos ni sentimos y herimos a las personas. Por lo tanto, no caigas en desventaja dejándote dominar por el enojo. Mantén la calma y verás que será más fácil resolver los conflictos. Cuando la ira nos ciega caemos en pecado y se produce una bola de nieve de orgullo, amargura, tristeza y aislamiento. Todo esto forma como una costra, una capa dura que es muy difícil remover. ¿Qué necesidad tenemos de volver más grandes los conflictos? Lo mejor es no llegar a esos extremos, controlar el enojo, dialogar y resolver lo más rápido posible. Recordemos que de palabras se pasa a golpes y a tragedias. Entonces, todo es más difícil y doloroso. Aprende a reconocer tus límites y establece alarmas que te indiquen en qué momento detenerte, tomar un tiempo y razonar para no caer en la tentación del orgullo que provoca más dificultades.
Dios es nuestro mejor ejemplo de moderación en momentos de conflicto. La Palabra dice que incluso Él se enoja, pero pronto se le pasa porque Su amor es más grande que Su enojo[4]. Imitémoslo, que nuestro enojo pase pronto porque nuestro amor es más grande. Ponle límites a los conflictos, establece un tiempo para resolverlos, ponte a cuentas y avanza. No permitas que un problema sea tropiezo en tu vida. Es mentira que el tiempo lo resuelve todo, al contrario, un conflicto no resuelto que se deja al tiempo se hace más grande porque abre la puerta a confusiones, mal entendidos y amargura. Todas esas obras son del enemigo que desea aislarte, mantenerte lejos de quienes te aman para derrotarte. Esa es su estrategia, no se lo permitas. Hay que poner plazos cortos y oportunos para resolver los conflictos pendientes.
Otro consejo es saber cuándo hablar y cuándo callar, porque sabemos que nuestra boca tiene poder. Así que no la usemos sin pensar ya que podrías decir palabras que lastiman y será más difícil el perdón. Que tu boca sirva para dar respuestas amables, no groseras que le echan leña al fuego del enojo[5]. Por un momento piensa lo que Dios te ha dado para decir a otros, ¿será un cuchillo o será bálsamo para curar heridas?[6] El Señor te ha dado la capacidad para bendecir, no la desperdicies. Pídele que te dé dominio propio para no hablar más de la cuenta y perder relaciones. Habla, pero en el momento oportuno. Hay que encontrar balance.
Y por supuesto, ¡aprende a escuchar! Callar es de sabios y entendidos[7]. Si alguien está muy enojado, no le debatas, deja la necedad y escucha, sino serán como ametralladoras dispuestas a ver quién mata primero[8]. Escucha y comunícate asertivamente, esa es la clave.
Prepárate en oración para resolver los conflictos. Antes de reclamar, ponte a cuentas sobre lo que has hecho, porque todos hemos ofendido de alguna forma. Confiesa y reconoce antes de señalar errores[9]. Si sales con la espada desenvainada no lograrás la reconciliación, ya que lo que vale es el poder de la humildad. Explica a tu ser querido: “Yo también he dicho y hecho cosas que te ofendieron, quiero cambiar y vivir en paz”. De esa forma derribarás barreras. Si le das al Señor Su lugar en tus relaciones y si le pides ayuda, todo será más fácil, ya que es como ir de la mano con alguien poderoso que te respalda en cualquier momento. Si actúas con humildad, será como si un poder sobrenatural lime las asperezas y prevalezca el amor. Demuestra que hay un cambio genuino en ti y los demás lo reconocerán. El poder del amor y del perdón son maravillosos cuando hay deseo por lograr la paz. Hemos visto matrimonios donde ambos están heridos, pero luego, postrados delante de Dios, encuentran la fortaleza para sanar y empezar de nuevo. Entonces disfrutan de la vida juntos, tal como Dios desea. No hay conflicto que no se pueda resolver con la ayuda del Señor.
Dios quiere que vivas en paz y que disfrutes de tus bendiciones. Es un regalo del cielo gozar de la vida con quienes el Señor ha puesto a tu lado. Él quiere que restaures tu vida y tus relaciones; quiere traer libertad y sanidad a tu familia. Créele para ver las cosas que no son como si fuesen. No te rindas, demuestra fuerza y carácter para resolver los conflictos y sanar heridas[10].
Pídele al Señor que te enseñe cómo lograrlo, que te dé sabiduría para que venga paz a tu casa, que sea ungüento restaurador que limpie toda amargura, herida, soledad, depresión, tristeza, ofensa y argumento de Satanás. Dile: “Señor Jesús, te doy gracias porque a través Tu sangre tengo salvación y vida eterna. Así como me has perdonado, pido fuerza para perdonar y para pedir perdón. Venda las heridas, sana el corazón de quienes he ofendido, dame fuerza para encontrar el perdón, hazme libre de todo dolor y angustia. Confieso que he ofendido, que he hecho mal, he dañado con mis palabras. Te pido que me des sabiduría para resolver el problema, hablar y estar en paz en Tu nombre. ¡Gracias, Jesús!”
Versículos de Referencia:
[1] Efesios 4:26-27 dice: Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
[2] Proverbios 24:6-9 (TLA) enseña: Quien quiera pelear, primero debe pensar; quien quiera ganar, debe saber escuchar. El necio nunca llegará a ser sabio. Cuando está ante el juez, ni siquiera abre la boca, pues no sabe qué decir. El que sólo piensa en la maldad
se gana el título de malvado. El que sólo piensa en pecar se gana el título de necio.
¡Y nadie los aguanta!
[3] Proverbios 14:29 (TLA) dice: El sabio domina su enojo; el tonto no controla su violencia.
[4] Salmo 30:5 (TLA) enseña: Cuando Dios se enoja, el enojo pronto se le pasa; pero cuando ama, su amor dura toda la vida. Tal vez lloremos por la noche, pero en la mañana estaremos felices.
[5] Proverbios 15:1 (TLA) explica: La respuesta amable calma el enojo; la respuesta grosera lo enciende más.
[6] Proverbios 12:18 (TLA) asegura: El que habla sin pensar hiere como un cuchillo, pero el que habla sabiamente sabe sanar la herida.
[7] Proverbios 17:28 asegura: Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; El que cierra sus labios es entendido.
[8] Proverbios 26:4 aconseja: Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él.
[9] Santiago 5:16 explica: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
[10] Proverbios 24:10 explica: Quien se rinde ante un problema, no demuestra fuerza ni carácter.
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