30 de julio de 2017
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La primera vez que Jesús habla de la iglesia es cuando le dice a Pedro que él será la roca sobre la cual edificará Su iglesia. En ese momento, le da el propósito de avanzar, de marcar el territorio, de llegar al punto donde ni las puertas del infierno podrán en contra de quienes seremos parte de esa iglesia[1]. Cada uno de nosotros somos la iglesia diseñada por Dios y redimida por Cristo, que, en muchas ocasiones en la Biblia, se presenta como la esposa, la novia.
¿Recuerdas tu tiempo de noviazgo? Yo casi cumplo tres años de casado y cuando comencé a salir con Melissa fue bienvenida en casa desde el principio. Con mi familia, nos gusta mucho ver deporte juntos; vemos los partidos de fútbol, tenis y básquetbol, por ejemplo. Mi papá se organiza y nos dice: “Ya tengo listos los chicharrones, las tortillas, vénganse”. En una ocasión, le pregunté si podía llevar a Melissa. Y su respuesta fue: “Qué bueno saberlo, así también invito a mis amigos”. Lo mismo sucede con los cuates. De pronto, alguno, el más animado, el alma de la fiesta, resulta con novia y las cosas cambian. Si llega con ella a las reuniones, por supuesto que su conducta es diferente.
Cuando leo las Escrituras, me doy cuenta de que, desde que Jesús redimió a la iglesia, no se presenta sin Su novia. El problema es que algunos no tenemos conflicto con la figura de Jesús, nos cae bien, pero muchas veces, sí tenemos problemas con Su iglesia. Por eso, hay personas que dicen: “Estoy bien con la idea de congregarme los domingos, pero no me digan nada de involucrarme con el voluntariado, no me hablen sobre organizar encuentros o hacer grupo de amistad en casa”. Sin querer demostramos que no tenemos problema con Jesús, pero sí tenemos problema con Su novia, la iglesia. Sin embargo, así como el primer Adán reposó y de su costado salió Eva, el segundo Adán, Jesús, reposó sobre esa cruz y de su costado, con Su sangre y agua, dio a luz a Su novia, la iglesia. Nosotros somos la novia, somos parte de Su cuerpo; Él es nuestra cabeza. Él, 100% divino y humano crea y redime a la iglesia, 100% divina y 100% humana.
Y muchos se enamoran de la divinidad de la iglesia, de la misma forma que un joven se enamora de la belleza de su novia, porque ella siempre está arreglada, recién peinada y bien maquillada, pero el primer día que la ve acostada a su lado, ya casados, con la apariencia de recién levantada, puede ser que se pregunte ¡quién se la cambió! Lo mismo sucede con la iglesia, a veces no vemos la divinidad, sino solo la parte humana. ¿Qué harás cuando te des cuenta de que la iglesia es humana, que es imperfecta? Recordemos que Dios no tuvo problema con la humanidad, Él la creó, tal vez en algún momento tuvo problema con la maldad del corazón del hombre, pero a la humanidad la ha amado; de hecho, envió a Su Hijo para que se hiciera humano y la rescatara. Además, le pidió a la humanidad que fuera la esposa de Su Hijo. Si Dios no tiene problemas con la humanidad, ¿por qué nosotros sí? Es bello saber que Él nos acepta con nuestras imperfecciones, nos ama sabiendo que le fallaríamos muchas veces. ¿Qué hacemos frente al descubrimiento de una iglesia humana que se equivoca?
Lo primero es que debemos considerarnos una iglesia que se esfuerza en busca de una vida ejemplar[2]. Especialmente, como cristianos, debemos tener una conducta que motive a otros a creer en Jesús. Los milagros son poderosas estrategias evangelizadoras, pero una de las mejores herramientas para evangelizar es nuestra vida ejemplar. Tal vez por eso, tu jefe no ha venido a la iglesia, porque ve tu conducta y dice: “Mmm, no, yo no quiero eso”. En casa tengo un pleito porque soy desordenado, siempre lo he sido, y cuando mi esposa me pide que sea un poco más ordenado, siento la tentación de decirle: “Así me conociste”, pero no lo hago porque sé que debo mejorar. Creo que a veces, también sentimos el impulso de decirle a Dios: “Así me conociste, es más, Tú me hiciste así, con estas debilidades, con esta mente oscura, ¿por qué tengo que cambiar si así me amaste?” Pero se nos olvida que Él quiere perfeccionar Su obra en nosotros. Si estamos convencidos de que nuestro ejemplo servirá para que muchos crean en Jesús, quien tiene una obra perfecta para nosotros, tenemos la responsabilidad de cambiar, de mejorar.
El segundo punto es que somos humanos y fallaremos. ¿Te ha sucedido que deseas impresionar a alguien? Yo pasé algunas vergüenzas cuando buscaba quedar bien con mis futuros suegros, botaba las cosas, cometía errores, derramaba el café y cosas por estilo, por los nervios. ¿No te sucede que quieres llevar esa vida perfecta y honorable, pero fallas? Queremos ofrecer un liderazgo ejemplar, pero cometemos errores y las ovejas se dan cuenta. En la iglesia, algún servidor, alguien de alabanza falla, ¿qué hacemos? Podemos sentir el impulso de decepcionarnos: “Para qué tanta mesa life, tanta academia? Sucedió en la iglesia primitiva y ahora, así que debemos aprender a relacionarnos a pesar de nuestras fallas. No pretendamos perfección instantánea.
En la Biblia leemos que es necesario aprender a ser pacientes con el trato injusto; si sufrimos por hacer el bien y soportamos con paciencia, Dios se agrada de nosotros[3]. Asegurémosle a Jesús: “Tú eres mi ejemplo, Tú eres mi maestro, y seguiré Tus pasos”. Él trataba bien a quienes lo trataron bien y también a quienes fueron injustos. Por eso, Pedro motivaba a la iglesia a respetar a las figuras de autoridad. Si queremos recibir respeto y consideración, debemos darlo. ¿Te han fallado dentro de la iglesia? Puede suceder porque somos imperfectos, pero si no es en la iglesia donde deben estar los imperfectos, ¿dónde deberíamos estar? Muchas veces, condenamos a alguien por sus errores: “Ese líder o predicador no puede estar ahí porque ha fallado”. Claro que creemos en una vida ejemplar que produzca frutos de arrepentimiento, pero si necesitáramos ser perfectos para servir a Dios, ninguno de nosotros podría hacerlo.
El tercer punto es que somos iglesia y necesitamos amor mutuo. Dios nos llama a ser humildes, a tener compasión, amar al prójimo y responder siempre con bien. Esta actitud promete bendición para nuestra vida[4]. Debemos ser modelo de amor, no de condenación. Somos una iglesia llamada a amarnos, a cubrir multitud de faltas. Así como la primera vez que Jesús mencionó a la iglesia la destinó a avanzar, arrebatarle al infierno lo que nos pertenece, la segunda vez que la mencionó fue cuando nos enseñó a perdonarnos.
Cuando leemos sobre el proceso de perdonar, la Biblia dice que hay que hablar con la persona en privado; si no escucha, se buscan testigos; y si aun así no escucha, hay que ir delante de la iglesia[5]. Frente a ese panorama, pienso qué mala onda. Imagina que en el servicio dominical hubiera un tiempo para exponer a quienes han cometido errores, así como hay alabanza y mensaje. Pero Dios me explicó: “La iglesia expone las debilidades para apoyarse mutuamente, cubrirlas al buscar restauración”. Así tiene sentido presentarnos imperfectos y con errores, porque la congregación saldrá corriendo para ayudar y perdonar, no para condenar. Yo sí creo que la iglesia, la novia de Cristo, llegará a ser abundante en amor. Entregaré todas mis fuerzas y energía para enseñarle a mi equipo que debemos ser abundantes en amor, cubrir las faltas y edificarnos para avanzar. Entonces, se cumple la palabra profética de Jesús de presentarse a sí mismo una iglesia pura y sin mancha, perfecta y sin arruga. esa perfección no la dará nuestra humanidad, sino que la dará nuestro amor, cuando seamos capaces de amar como Jesús.
¡Solo nuestro amor cubrirá multitud de faltas! Tu amor puede cubrir las faltas de ese hermano, de esa hermana, de ese líder y oveja. Creamos por una iglesia perfecta en amor. Si nos dejamos construir por Jesús, por Su amor, demos de gracia lo que hemos recibido y lograremos muchas cosas. Si alguien te falló y necesitas perdonar, dile al Señor: “Padre, gracias porque hoy estamos firmes en lo que Jesús nos enseña, Su amor cubre mis imperfecciones para que Tú me veas perfecto. De la misma forma, decido cubrir las imperfecciones de la iglesia; perdono a quien me falló, me despojo del rencor. Jesús, me comprometo a abundar en amor con mi iglesia, a abundar en amor con Tu iglesia y así presentártela perfecta, pura y sin mancha”.
[1] Mateo 16:18: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
[2] 1 Pedro 2:12 (NTV): Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo.
[3] 1 Pedro 2:18-19: Ustedes, los que son esclavos, deben someterse a sus amos con todo respeto. Hagan lo que ellos les ordenan, no solo si son bondadosos y razonables, sino también si son crueles. Pues Dios se complace cuando ustedes, siendo conscientes de su voluntad, sufren con paciencia cuando reciben un trato injusto.
[4] 1 Pedro 3:8-9: Por último, todos deben ser de un mismo parecer. Tengan compasión unos de otros. Ámense como hermanos y hermanas. Sean de buen corazón y mantengan una actitud humilde. No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición.
[5] Mateo 18:15-17: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
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