11 de marzo de 2025
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Quiero llevarte a una increíble y fascinante historia cargada de aprendizaje sobre cómo opera el reino de Dios contratado con el reino humano. Nos gusta pensar que siempre tenemos que ganar y acumular victorias, razón por la cual nos cuesta admitir la realidad de la vida cuando aparecen victorias con sabor a pérdida y este es el enfoque de nuestro tema.
El profeta Jeremías describe lo que está pasando en esa etapa histórica de la vida de Israel. La situación política está muy tensa, están siendo sitiados por otro pueblo que viene a saquear y esclavizar al pueblo de Judá.[1] El profeta está preso por hablar de tiempos peores que eran inevitables, indicando que si peleaban la guerra no tendrían éxito, pero el rey creía que era una conspiración contra su autoridad y un mensaje negativo para todos, por eso lo tiene encarcelado.
Un primo visita la prisión del profeta Jeremías con una oferta de bienes raíces, ante la víspera de la conquista de la ciudad bajo el asedio de los Caldeos.[2] Sabiendo que de todas maneras su tierra será una pérdida, se la ofrece en venta a Jeremías.
Lo extraño es que el profeta, quien anuncia la invasión y esclavitud de todos, así como la pérdida de sus bienes, le dice al primo que sí le comprará la propiedad, aun sabiendo que será una pérdida. Cerrado el trato, las escrituras de propiedad se guardan cuidadosamente como un negocio legalizado ante testigos.[3]
Lo que ocurre con Jeremías es un acto profético para declarar que aunque viniera un suceso indeseable, había una promesa de Dios para ellos y todo les sería restituido en el futuro; lo que señala al final de los tiempos con la venida de Cristo a darnos salvación.[4]
Admitir derrotas es parte de la vida y es contrario a lo que el mundo enseña con el concepto de éxito y liderazgo porque se debe aprender a manejar las pérdidas. Muchas veces no hemos visto todo el reino de los cielos manifestándose en nosotros porque somos egoístas con nuestros tiempos, sin considerar los tiempos de Dios.
La generosidad se manifiesta como un principio que opera en el reino de Dios.[5] Aunque el principio matemático demuestre que no tiene sentido, este principio del reino de los cielos comprueba que cuando tú das, te es añadido más.[6] Recuerda, quien reparte le es añadido más.[7] En este tema se necesita renovar la mente y aprender a dar a los padres, las viudas, los huérfanos y también a los pobres porque luego vienen grandes bendiciones.
¿Cuántos quieren ser bendecidos en todos sus hechos y en todos sus emprendimientos? Pues a veces, dudamos en darle a alguien que presta dinero y tendrá dificultad para pagar. A pesar de eso se le da, y Dios lo ve para recompensarnos.[8] Aparentemente, pierdes pan, das a quien lo necesita y pierdes al repartir, pero ganas más que pan, bendiciones financieras y el favor de Dios.
La historia de Jesús lavando los pies de sus discípulos es el mejor escenario para visualizar el segundo principio del reino de los cielos: que es el servicio.[9] Jesús les lava los pies a todos, incluyendo a quien lo traicionaría en poco tiempo, pues Él ya lo sabía. Por eso en su oración de despedida, antes de su sufrimiento, lo refiere como el hijo de perdición.
El mensaje es claro, se da como una irremediable pérdida, alguien a quien ya no podía recuperar. El servicio selectivo o preferente no era parte de la actitud de Jesús. Algunas veces al servir deseamos hacerlo bajo nuestros términos o preferencias.
Jeremías perdió el dinero que invirtió en el terreno, pero le apuntó a una victoria superior: la resurrección de Cristo Jesús, a la restauración de Dios con la tierra, a la a la unión de la iglesia con Cristo Jesús, le apuntó a su fe viendo al Mesías, a Cristo que viene por su iglesia, quien gobernará sobre todas las cosas y traerá cielos y tierra nueva, con quien estaremos por toda la eternidad.
Cito todo esto porque nuestra mente renovada trae la perspectiva correcta de los tiempos de Dios, que es diferente si solo vemos nuestros tiempos. Tener una perspectiva eterna de las cosas permite ver la restauración de todo como lo hizo el profeta Joel, lo declararon los apóstoles y junto a los profetas sabían que volverían a comprar casas y tierras. Lee cómo lo declara Jeremías: “Porque restauraré su bienestar declara el Señor”.[10]
Podemos perder el pan, pero ganamos su bendición, podemos perder una oveja o un discípulo como Judas se perdió, pero ganamos de su espíritu servicial, podemos perder un terreno, pero ganamos su reino establecido en la tierra y estas son las victorias con sabor pérdidas.
[1]Jeremías 32:1-5 (NBLA): Palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR en el año décimo de Sedequías, rey de Judá, que fue el año dieciocho de Nabucodonosor. En aquel tiempo el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba encerrado en el patio de la guardia, que estaba en la casa del rey de Judá, porque Sedequías, rey de Judá, lo había encerrado, diciéndole: «¿Por qué profetizas: “Así dice el SEÑOR: ‘Voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y él la tomará; y Sedequías, rey de Judá, no escapará de la mano de los caldeos, sino que ciertamente será entregado en manos del rey de Babilonia que hablará con él cara a cara, y sus ojos verán sus ojos; y Nabucodonosor llevará a Sedequías a Babilonia, y allí estará hasta que Yo lo visite’, declara el SEÑOR, ‘y si ustedes pelean contra los caldeos, no tendrán éxito.
[2]Jeremías 32:6-8 (NBLA): Entonces Jeremías dijo: «Vino a mí la palabra del SEÑOR y me dijo: “Hanamel, hijo de tu tío Salum, viene a verte y te dirá: ‘Cómprate el campo que tengo en Anatot, porque tú tienes el derecho de rescate para comprarlo ’ ”. Y Hanamel, hijo de mi tío, vino a verme al patio de la guardia conforme a la palabra del SEÑOR, y me dijo: “Te ruego que compres el campo que tengo en Anatot, que está en la tierra de Benjamín, porque tú tienes el derecho de posesión y el rescate es tuyo; cómpralo para ti”. Entonces supe que esta era la palabra del SEÑOR».
[3]Jeremías 32:9-14 (NBLA): Así que compré a Hanamel, hijo de mi tío, el campo que estaba en Anatot, y le pesé la plata, 17 siclos (194 gramos) de plata. Firmé la escritura y la sellé, llamé a testigos y pesé la plata en la balanza. Luego tomé la escritura de compra, la copia sellada con los términos y condiciones, y también la copia abierta; y entregué la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, en presencia de Hanamel, hijo de mi tío, en presencia de los testigos que firmaron la escritura de compra y en presencia de todos los judíos que se encontraban en el patio de la guardia. Y en presencia de ellos, ordené a Baruc, así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: Toma estas escrituras, esta escritura de compra sellada y esta escritura abierta, y ponlas en una vasija de barro para que duren mucho tiempo.
[4]Jeremías 32:15 (NBLA): Porque así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: De nuevo se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra.
[5]Proverbios 19:17 (RVR1960): A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.
[6] Eclesiastés 11:1-2 (NBLA): Echa tu pan sobre las aguas, que después de muchos días lo hallarás. Reparte tu porción con siete, o aun con ocho, porque no sabes qué mal puede venir sobre la tierra .
[7] Proverbios 11:24-25 (NBLA): Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quien retiene lo que es justo, solo para venir a menos. El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado.
[8]Juan 13:1-15 (RVR1960): Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
[9]Juan 17:9-12 (RVR1960): Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
[10] Jeremías 32:38-44 (NBLA): Ellos serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios; y les daré un solo corazón, y un solo camino, para que me teman siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí. Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. Porque así dice el SEÑOR: “Como he traído a este pueblo toda esta gran calamidad así he de traer sobre ellos todo el bien que les prometo. Y se comprarán campos en esta tierra de la cual ustedes dicen: ‘Es una desolación, sin hombres ni animales; entregada está en mano de los caldeos’. La gente comprará campos por dinero, firmarán y sellarán escrituras y llamarán a testigos, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la llanura y en las ciudades del Neguev, porque restauraré su bienestar”, declara el SEÑOR.
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