15 de septiembre de 2019
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Cada año más de cinco millones de personas son mordidas por serpientes. Curiosamente, la cura contra el veneno que algunas serpientes producen en sus glándulas está hecha a base del mismo veneno: es inyectado en animales y el sistema inmunológico de estos desarrolla anticuerpos que luego son recolectados como antídoto para los humanos. Es interesante cómo una dosis grande de veneno puede ser mortal, pero en pequeñas cantidades puede convertirse en la cura. Así un antídoto logra salvar la vida de una persona, Jesús nos salvó de la muerte sacrificándose el mismo.[1]
Al temer a la muerte nos volvimos esclavos de ella hasta que Cristo nos libró.[2] Con frecuencia nos hacemos esclavos de lo que tememos y el problema no es el miedo, sino tomar decisiones a través de él. Aprendamos a decidir con la libertad que el Señor nos dio porque esta es la forma más efectiva de garantizar el cumplimiento de su propósito en nuestra vida.
La incertidumbre del futuro puede producirnos ansiedad y la tristeza del pasado puede ocasionarnos depresión, pero podemos contrarrestar ambas cuando ponemos nuestra confianza en Dios. Cuando creemos que Él nos acompaña en todo momento se disipa todo temor pero luego debemos concentrarnos en esa libertad y no en lo que nos esclavizaba.[3]
La opresión no nos permite vivir en libertad, pero de esto y más nos vino a librar Jesús al vencer a la muerte en la cruz.[4] Lázaro fue librado de la muerte al ser resucitado por Él, pero aún no lo habían librado de las ataduras que tenía en sus manos y pies hasta que alguien se acercó a ayudarlo.[5] Por eso también debemos dejarnos amar, aconsejar, guiar y liderar por los demás.
Aunque Cristo inicie una obra en nuestra vida siempre la terminará por medio de alguien más. ¡Cuántas veces no hemos rechazado ayuda de la gente que se ha acercado a nosotros porque sentimos desconfianza al pensar que quieren hacernos daño, cuando en realidad solo buscan bendecirnos! Está bien no poner nuestra mirada en las personas, pero debemos dejarnos ayudar por ellas. Así que demos gracias a Dios por quienes están cerca y nos extienden su mano. Para ver milagros necesitamos de Él y de los demás.
Cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo no fue Él quien la alimentó, sino que ordenó que alguien más lo hiciera.[6] Necesitamos ser humildes para aceptar la ayuda que los demás quieren darnos. Elías, el profeta, tuvo que aceptarla de una viuda en escasez y a punto de morir.[7] Por más grandes que lleguemos a ser, Dios nos quiere mostrar lo vulnerables que somos y lo mucho que necesitamos de los demás. No hay manera de hablar lo que Cristo hizo en nuestra vida sin hablar de las personas que Él usó para hacerlo posible.
[1] Hebreos 2:14: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo.
[2] Hebreros 2:15 (DHH): De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida.
[3] Efesios 4:8: Por eso, la Escritura dice: «Subió al cielo llevando consigo a los cautivos, y dio dones a los hombres.»
[4] Lucas 4:18: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos.
[5] Juan 11:40-44: Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
[6] Marcos 5:39-43: Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
[7] 1 Reyes 17:8-16: Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.
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