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El Dios de las cosechas

05 de agosto de 2010

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Esfuérzate en sembrar y cosechar para alcanzar tus promesas.  No permitas que se pierda la semilla que has plantado en tierra fértil.

El Señor es Dios de cosechas. Tuvo la iniciativa de sembrar en la creación y el deseo de Su corazón fue que cada semilla creciera, se volviera una planta, tuviera flores que luego produjeran frutos. También tuvo la idea de que un hombre depositara su semilla en una mujer para que el amor  produjera fruto, es decir, los hijos que son una bendición.  Así que todos somos cosecha de alguien.  Medita sobre eso. Incluso el matrimonio es una cosecha que inicia sembrando la semilla cuando te acercas a la mujer de tus sueños, la enamoras, le pides que sea tu novia, luego pasas la época de “la manita sudada”, el primer beso hasta casarse.

Además de ver tu existencia como un constante proceso de siembra y cosecha, debes descubrir que Dios nos hizo ganadores y no es posible dejar perder una cosecha. A nadie le gusta perder en nada. Queremos ganar en el deporte, en los negocios  y en la vida personal porque el Señor nos puso un chip para buscar siempre el triunfo. Tampoco nos gusta perder cosas. A veces soy despistado y dejo el reloj o las llaves en lugares inusuales que luego me cuesta recordar, así que toda la vida  pregunto a mi esposa dónde dejé tal o cual cosa. Nos ha sucedido que perdemos la billetera y le damos vueltas a todo por encontrarla. Después, sentimos cólera cuando la encontramos justo después de llamar al banco para cancelar las tarjetas de crédito y las chequeras. Es necesario que evitemos perder nuestras cosechas por falta de cuidado y atención.  Soy agrónomo y aprendí que para no perder las cosechas necesitamos cuidarlas, incluso de nosotros mismos porque la principal causa de la pérdida de una cosecha es el descuido del sembrador. Cualquier semilla que se deposita en la tierra necesita cuidados para crecer y dar fruto.

Hay que regarla, echarle abono, fertilizante e insecticidas. Claro que también hay factores externos como las inundaciones y sequías que pueden destruir una cosecha pero lo más importante es el cuidado e interés de quien la ha sembrado.  Perder una cosecha es terrible porque dejas de compartir con otros. Muchas personas quedan sin alimento cuando no se obtiene nada de lo que se ha sembrado, así que no debes permitir que una cosecha se pierda.

Las cosechas de la vida

Tu hijo, por ejemplo, es una cosecha que deseas ver prosperar.  Lo inscribes en el mejor colegio que puedes pagar, lo educas para que crezca amando a Dios, pensando en su futura familia y en sus triunfos.  Si se pierde en el camino, seguramente es porque lo descuidaste en algún momento del proceso, no atacaste un problema o no lo corregiste a tiempo y dejaste que la cosecha se perdiera. Cuando tienes hijos, Dios apuesta contigo por ellos. Debes demostrar que estás dispuesto a cuidar de esa cosecha para que un día comas de los frutos. Me gusta ver a los hijos que acompañan a sus padres en la vejez porque se nota que son buena cosecha, fruto de un sembrador dedicado. La misma vejez es una cosecha porque la Palabra dice que llegará a vivir muchos años aquel que honre a sus padres.  Me alegro cuando veo a un anciano feliz porque sé que cosechó vida al dar honra.

Tu matrimonio también es una cosecha que puede perderse si dejas que las dificultades los separen y terminen divorciándose.  No hay peor cosa que sembrar y perder, por eso debes luchar por esa cosecha a la que le dedicaste tanto esfuerzo y amor.

Tu casa y negocio, tus pertenencias también son fruto del esfuerzo. En la vida podemos disfrutar tres tipos de cosechas: las materiales, las familiares y las ministeriales.  Dios confía en ti y tu capacidad de recoger y repartir los frutos del trabajo. Al ver que tienes fe, te dedicas y estás dispuesto a luchar, dice: “vamos por buen camino”, envía ángeles y recursos para que salgas adelante. Aunque a veces, cometemos errores.  Por ejemplo, cuando siembras tu ofrenda o promesa de fe en la iglesia, debes ponerle nombre a eso que anhelas y por lo que estás sembrando. Tu petición es un reflejo del deseo por cosechar y la fe que tienes en el Señor. Mi esposa y yo, antes de casarnos, habíamos ahorrado mucho, ella tenía un buen trabajo y se había esforzado por tener suficiente para preparar la boda y nuestro hogar. En ese tiempo estábamos en el proceso de hacer las promesas de fe para comprar las sillas del templo y durante un servicio Dios le dijo: “llena tú mi casa que Yo llenaré la tuya”. Entonces, ella tomó todo el dinero que habíamos ahorrado y lo entregó.  Por un momento sentí angustia porque nos quedamos sin nada para afrontar el futuro pero el Señor es fiel y todo fue recompensado. Hay siembras que nos impactan y serán una gran cosecha.  No es lo mismo sembrar una manzana de terreno que una caballería. Mientras más siembras, más debes dedicarte en cuidar las semillas para que den fruto.  Cuando siembres, pide para cosechar, el Señor nunca olvida lo que le pides pero si tú olvidas cuidar la semilla y dejas de luchar, se perderá lo que sembraste.

Si pactaste en el altar, si sembraste y sabes lo que quieres, lucha por tu cosecha porque todo se pierde si no recibes.  Durante una navidad tomé todo mi ingreso y lo sembré en la iglesia, nunca lo olvidaré porque ese año no regalé nada pero luego coseché.  No pienses que tu siembra económica en la obra del Señor es necesaria porque Él no tiene recursos. Jesús no está en el cielo pidiéndole al Padre que te mueva a ofrendar porque los ángeles se están quedando sin plumas y los bancos del cielo están quebrando. El propósito de tu siembra es tener la oportunidad de cosechar, así que ¡no la desperdicies!

Luchar siempre vale la pena

2 Samuel 23:11-12 relata lo que pasó en medio de una guerra: Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos. El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y Jehová dio una gran victoria.

Sama era un hombre valiente del ejército de David que sabía pelear por lo bueno. Estaban en guerra, era tiempo de luchar y en el momento que todos se iban para salvar sus vidas, él se quedó a defender un pequeño terreno de frijoles. Sólo quien se ha esforzado en sembrar defiende eso que le ha costado porque quiere cosechar.  Este hombre veía más allá de un pequeño terreno, vio que allí estaba el futuro alimento del pueblo y luchó porque no se perdiera. Seguramente dijo: “de aquí no me muevo, nadie tocará mis frijoles”. Pelea por lo que anhelas, no salgas corriendo.

Lucha por ese aumento que tienes prometido aunque te digan que no es tiempo porque en la empresa no darán aumento a nadie. Trabaja duro y esfuérzate para convencer a tu jefe. No se negará si ve que duplicaste las ventas.  Pelea por tu hijo para que vuelva a casa, lucha por tu salud porque Dios te desea el bien. En la Biblia también se habla de otro hombre que peleó de tal forma que la espada se le fundió en la mano, tal vez con sangre o ampollas, no sabemos, pero sabía que el idioma de la fe es pelear.  Esa es la actitud que debemos tener frente a nuestra cosecha en el matrimonio, la familia y el trabajo. Si tienes promesas que no se han cumplido, sigue luchando porque Dios no miente y todo esfuerzo tiene su recompensa.  Hay muchas promesas escritas en la Biblia y al leerlas las hago mías, peleo por ellas para que se cumplan en mi vida.

Pelea por tu sanidad aunque te digan que morirás.  Cree que puedes hacer crecer tu negocio para dar trabajo a más personas.  Ten fe porque puedes vender en otros países ese producto que vendes en tu país.

Enemigos de las cosechas

Hay cosas que se levantan contra nuestras cosechas y les dicen: “no crecerás, morirás antes de dar fruto”. La primera es el afán que ahoga la semilla.

Mateo 13:22 explica: El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

Muchos escuchan la Palabra y dicen amén pero luego se dejan dominar por el afán que toma el mensaje sembrado  y hace que lo olvides para que no funcione.

El segundo enemigo es la duda, la falta de fe. Santiago 1:6-7 aconseja: Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.  No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Sembrar es un acto de fe en que esa pequeña semilla se reproducirá  y dará frutos. No le abras la puerta de tu corazón a la duda que se levanta con malos pensamientos sobre tu capacidad por lograr lo de deseas. No permitas que la desconfianza te debilite y se robe tu cosecha. ¡Cuánto dejamos de recibir porque hemos dudado!

Dios es tu Padre y se deleita cuando te va bien.  Cuando pases por alguna dificultad y dudes, piensa en lo que tú harías por tus hijos y convéncete de que Él hará mucho más por ti.  El Señor nunca te abandonará.  En la iglesia vemos y escuchamos muchos testimonios de Su amor. Hace poco se acercó una niña que luchó por cosechar salud y el Señor la recompensó.  Cada uno tienes sus necesidades, las mujeres desean cosechar su casa y los hombres desean cosechar en su negocio para dárselas. Dios conoce tus anhelos y el esfuerzo que haces por verlos realizados.

La avaricia es otro enemigo de las cosechas. Hay gente tan pobre y miserable que lo único que tiene es dinero.  La avaricia que impide cosechar se combate con generosidad, extendiéndole la mano al necesitado para que vea que Dios existe a través tuyo. Muchos probablemente no verán a

Jesús pero te verán a ti compartiendo lo que Él te ha dado. La generosidad es como agua que riega las cosechas.

1 Timoteo 6:10 al 12 advierte: porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

Dios te dará fruto de lo que cosechas porque desea tu bien. Con paciencia, fe, amor y mansedumbre, pelea la batalla por obtener de lo que has sembrado. Dale gracias al Señor por Sus promesas y la posibilidad de obtenerlas. Todo lo que das recibirá recompensa porque has sembrado en tierra fértil.

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