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Hambre y sed de Dios

Hambre y sed de Dios

24 de noviembre de 2019

Tiempo de lectura: 4 minutos

Avivar el don de Dios es responsabilidad de cada uno, por eso Pablo le pide a Timoteo que fuera él quien avivara el fuego que llevaba por dentro.[1] Hay una relación entre avivar el fuego y tener un espíritu de amor, poder y dominio propio.

Un avivamiento viene cuando la gente tiene hambre y sed de Dios. David reconoce que su alma tenía sed del Dios vivo; incluso hace la comparación de que su sed era equivalente a la que tendría un ciervo bramando por agua.[2] Cuando yo empecé a buscar al Espíritu Santo le hice esta sencilla pero poderosa declaración: “estoy cansado de tener conceptos de ti, yo te quiero a ti”. Lo que realmente va a saciar nuestra sed de Dios no van a ser los conceptos que sabemos, sino la relación que tenemos con Él.

Nuestra hambre y sed no debe estar determinada por nuestra circunstancia. David cuando guiaba a la multitud a la casa de Dios, lo hacía en medio de una situación adversa.[3] David a pesar de la tristeza que tenía en el alma, tomó la actitud correcta de adoración. Nuestra búsqueda del Espíritu Santo no la determina lo que nos rodea, lo determina nuestra hambre por Él.

Cuando uno clama por su presencia, el Señor ve esa disposición y nos sumerge a beber más de Él.[4] David expresaba que su pan de día y de noche eran sus lágrimas; pero a pesar de eso se presentaba delante de Dios para adorarlo y exaltarlo. En ese momento David nos revela cómo debemos pasar los procesos. Presentarnos delante del Señor es la mejor forma de convertir las lágrimas en canticos de alegría.

En medio de la tristeza es normal que David pasara por momentos de incertidumbre. Pero él se convirtió en un sobreviviente de sus propias dudas porque aprendió a confiar en Dios.[5] Sabemos realmente de que está hecha nuestra fe hasta que nos toca luchar con nuestras propias dudas. ¿Qué te está haciendo dudar de tu futuro? Espera en Dios, adóralo en el proceso y prepárate para verlo moverse a tu favor.

De la misma forma en que nuestro cuerpo necesita alimento, así nuestro ser necesita de la presencia de Dios. Para entender el deseo del Señor de darnos su presencia debemos cambiar nuestras convicciones. Nuestra teología jamás va a ser correcta hasta que comprendamos la paternidad de Dios. Él es un buen padre y siempre va a querer lo mejor para nosotros.[6]

No inventemos requisitos para experimentar al Espíritu Santo. Su presencia está disponible para todos y cada uno de nosotros, si tan solo lo creemos.[7] Cuando vayamos a la iglesia dispongámonos a escuchar la voz del Señor. Porque la bendición no solo depende de lo que Dios dice, sino en cómo lo escuchamos. Hoy es un buen día para oír con fe y confiar que el Espíritu Santo se va a derramar sobre nosotros.


[1]2 Timoteo 1:6-7: Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

[2]Salmos 42:1-2: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?

[3]Salmos 42:3-5: Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?  Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

[4]Salmos 42:6-8: Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.

[5]Salmos 42:9-11: Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

[6]Lucas 11:9-13: Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.  ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

[7]Gálatas 3:1-5: !!Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?

 

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