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Manos a la obra

Manos a la obra

25 de febrero de 2018

Tiempo de lectura: 3 minutos

Con nuestras manos podemos hacer cosas grandes y somos portadores de Dios en cualquier lugar. La Palabra dice que Él separará a buenos y malos tal como separa a las ovejas de los cabritos[1] y que, dependiendo cuán justos y bondadosos hayamos sido con nuestro Padre, estaremos de uno u otro lado.[2] Muchos se preguntan cómo se puede ser bondadoso con Dios y la respuesta es simple: Él también habita en Sus hijos, por tanto, si somos bondadosos con nuestros hermanos es como si también lo fuéramos con Él.[3] Hay personas que viven en necesidad para que el poder de Dios se manifieste a través de tus manos.

En nuestra sociedad hay cinco tipos de personas. Primero están los que no son cristianos y nunca llegarán a serlo; segundo, los que no son cristianos pero han escuchado la Palabra, por tanto, pueden llegar a serlo; en tercer caso están los que supuestamente son cristianos, aseguran que lo son, pero no lo parecen ―estos son los más peligrosos de todos porque desmotivan a los demás cuando sus acciones no corresponden a sus palabras―. También están los que están en los caminos de Dios, conocen Su Palabra y hasta predican, pero no trabajan en Su obra. Por último, están los cristianos de palabra, pero también de acción, aquellos que no solo predican la Palabra, sino también se ponen manos a la obra y actúan acorde a ella. Sus palabras y acciones tienen correlación. Dios se siente honrado con este tipo de personas, gente que se siente orgullosa de ser cristiana pero que también se la cree. Y es que no solo basta orar, sino trabajar.

Hay líneas divisorias que son necesarias en el reino del Señor. Él nos juzgará respecto a nuestras obras, si fuimos o no fuimos, si somos frío o caliente, pero no podemos ser ambas a la vez.[4] Además, no solo basta orar, también hay que trabajar en Su obra y para eso muchas veces requerirás humildad. Jesús se hincó y lavó los pies de sus discípulos y Dios también te usará para limpiar a otros, restaurarlos, corregirlos y, sobre todo, amarlos. ¿Hace cuánto que no abres las puertas de tu casa a alguien que viene fuera de la ciudad y necesita posada? ¿Hace cuánto no compartes alimento con alguien que tiene hambre? Ten por seguro que habrá personas que jamás leerán la Biblia, pero verán tus acciones. ¡Tu vida debe ser la mejor versión de la Palabra de Dios!

Dios pone en tus manos la bendición para que seas tú quien la reparta a otros, tal como hizo Jesús con sus discípulos cuando les ordenó que repartieran los peces y el pan.[5] Esto nos demuestra que nuestro Padre quiere usarnos para bendecir a otros con acciones concretas. ¡Atrévete a usar tus manos! Míralas y convéncete de que Dios las necesita para cambiar tu comunidad, tu ciudad o tu país.


[1] Mateo 25:32: Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

[2] Mateo 25:34-36: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

[3] Mateo 25:37-40: Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

[4] Apocalipsis 3:15-16: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

[5] Mateo 14:19: Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

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