09 de mayo de 2009
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Dolor que da vida
Juan 16:21 en la Biblia al Día dice: Será algo así como el gozo de la mujer cuando le nace un hijo; la angustia cede ante el sublime gozo de haber dado a luz un nuevo ser.
Las cosas buenas de nuestra existencia son como el proceso de tener un hijo. La concepción es placentera pero dar a luz es doloroso. Cuando Dios te llama a su servicio estás gozoso pero sufres el día que te enfrentas al Ministerio. El día que te inscribes en la universidad es placentero, pero cuando te enfrentas a los exámenes parece que tuvieras dolores de parto.
Con mi esposa tomamos todos lo cursos sobre parto sin dolor pero fue inútil, ya que el sufrimiento es inevitable. Yo convine entrar al momento del nacimiento pero en el momento de la verdad, el médico no me lo permitió porque sabía que no iba a tolerarlo. Dios en Su sabiduría tiene muy claro que sólo una madre es capaz de soportar el dolor y la angustia con el corazón agradecido.
Madre, nunca dejes que el dolor nuble tu amor. La sociedad moderna a veces te presiona y te sientes mal porque decidiste criar y levantar a tus hijos sacrificando incluso tu superación personal. Muchas veces te critican hasta tus propios hijos porque dedicas tu tiempo y esfuerzo a ellos y no a desarrollarte como profesional. El diablo ofrece muchas cosas a la mujer a cambio de sus hijos y estamos destruyendo a la sociedad. Si tienes que trabajar y además criarlos pide fuerza extra al Señor pero no anules lo importante. Aunque estés desvelada o cansada, hay que seguir educando y formando. No hay mejor satisfacción en la vida que ver a tus hijos exitosos y felices.
Lucas 2:19 comparte: Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Hay muchos dolores sentimentales y físicos cuando decides ser madre. María supo llevar la carga de ser la madre de aquel que se sacrificaría por nuestra salvación porque guardaba y meditaba en su corazón la palabra que Dios le había dado. Dios te da palabra para tus hijos, guárdala. Si ves que se desvían, vuelve a proclamarla, ve a su habitación, pon las manos sobre ellos y ora, de esta forma no habrá demonios ni tinieblas que arrebaten a tus hijos de las manos de Dios. Confía y cree en Él.
Palabras de bienaventuranza
En Lucas 1:26-29 leemos: Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
María se impresionó con las palabras del ángel. No le impactaron las alas, ni el traje o el resplandor que seguro lo rodeaba. A los hombres, seguro nos hubieran impactado otras cosas pero nunca sus palabras. Muchas veces menospreciamos el valor de lo que nuestra boca enuncia pero es un gran error porque las palabras son poderosas y especialmente en el ánimo femenino. Cuida mucho lo que le dices a las mujeres de tu vida. Ellas merecen ser bienaventuradas con tu voz. Que escuchen “salve oh favorecida” no “vieja sírveme la cena”. Mejor sería que tu esposa pensara que estás imitando al arcángel Gabriel y se maraville de la hermosa salutación con que la halagas. Dile cosas bonitas a tu esposa, ella las merece, es la madre de tus hijos, la mujer que te acompaña y aguanta. No lo olvides, el cariño expresado con palabras es bien recibido por las mujeres.
Bendice el fruto de tu vientre
Lucas 1:46-49 nos relata: Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre.
Todas las madres son benditas, pero María lo era aún más por llevar al Hijo de Dios en su vientre. Ese gran honor fue también una prueba de fe, tanto para ella como para su esposo José. Imagina a un novio que aceptara a su futura esposa ya embarazada. Claro que no era algo común y de haber sido rechazada ella corría el riesgo de morir apedreada. Cierta vez los fariseos dijeron a Jesús: “no somos hijos de fornicación” dando a entender que no creían que había sido engendrado por el Espíritu Santo, sino en pecado. Pero en otro momento alguien también le expresó: “bienaventurados los pechos que te dieron de mamar”. Igual sucede contigo, mientras unos te maldicen porque no comprende, otros bendicen. Sin embargo, María se anticipó a todo esto porque al escuchar al ángel estuvo segura de que Dios estaría siempre con ella.
Bienaventurado significa “doblemente dichoso”. Así fue María y también todas las madres que deben bendecir el fruto de su vientre sin importar las circunstancias de su concepción. Si eres una madre soltera o divorciada y no solamente el parto sino la situación de engaño que sufriste al quedar embarazada fue dolorosa, levanta y honra a tus hijos porque la recompensa a tu amor y dedicación será mayor que cualquier sufrimiento. Dios siempre estará contigo, no lo dudes, eres doblemente dichosa. Con el fruto de tu vientre en brazos no es tiempo de lamentarse sino de amar, cuidar y apreciar a esa criatura que el Señor te ha dado para Su gloria. Yo soy hijo de una de esas madres abnegadas que luchan solas y Dios me levantó junto a ella. Por eso no puedo asumir una actitud de falsa religiosidad y condenar a nadie. Todos somos fruto de un vientre bendito y somos hijos de una madre que dijo sí a nuestra vida.
Así que honra a tu madre. Cuando empecé a trabajar, ahorré mis primeros tres salarios para comprarle un reloj de oro a mi madre. No me importó comer tortillas con salchicha durante tres meses con tal de alegrarla con un regalo digno de ella. Años después, ahorré para comprarle su carro nuevo de agencia. El vendedor lloró al verme hacerlo porque dijo que había visto a muchos hombres comprar carros para sus hijas, esposas y amantes, pero nunca a su madre. Lo que tengo viene de honrar y bendecir a mi mamá. Dios es justo y no se queda con nada. Siempre bendice aunque la gente luego difame porque ha visto la cosecha sin conocer el proceso de siembra.
Madre, si quieres ser doblemente dichosa debes pagar el precio. Soporta el dolor de la maternidad y crianza de tus hijos aunque a veces sientas que son mal agradecidos. La recompensa vendrá y ellos a final se acercarán a honrarte. No olvidemos nunca amar con palabras y obras a nuestras madres porque de esa forma agradas a tu Padre celestial.
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