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Casa de Dios

No se pierde

09 de diciembre de 2025

Tiempo de lectura: 6 minutos

Vivimos en un mundo en donde a nadie le gusta perder. Todos queremos ganar y ser parte de un equipo victorioso. Sabemos que Cristo Jesús venció la muerte, derrotó el pecado y hoy está sentado a la derecha de Dios Padre, gobernando por los siglos de los siglos. Entonces, nuestra victoria no es temporal, es eterna; esa es nuestra realidad.

Sabemos que la batalla es del Señor y la victoria es de Su pueblo. Somos parte de un equipo ganador que siempre avanza, aun en medio de la peor tormenta, porque en el reino de Dios no se pierde.

El problema de pensar como los hombres

El evangelio de Marcos señala que, al igual que Pedro, nuestro problema es no pensar en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Por eso, cuando Pedro le reprende por correr el riesgo de su propia vida, Jesús enfrentó su mala mentalidad.[1]  

Jesús revela progresivamente Su identidad y misión a los discípulos. El tema cambia de la cristología al discipulado, dos caras de la misma moneda. Tenemos que reconocer quién es Él para seguirlo correctamente, pagando el precio de ser un discípulo.

Hoy en día, la cruz es principalmente un objeto de arte o de joyería. Pero en la época de Jesús, la cruz era un símbolo de crueldad, de castigo, de sufrimiento, de vergüenza. No era algo atractivo escuchar: “Si me quieren seguir a mí, tienen que cargar su cruz”. La imagen de la cruz representa una demanda de lealtad por parte del discípulo y una entrega absoluta de la vida para seguir a Jesús. Sin embargo, Jesús agrega: «El que quiera perder su vida por mi nombre y la causa del evangelio, la salvará».

Ser discípulo de Jesús conlleva un alto costo

Jesús enfatiza que nada de este mundo tiene valor en comparación con la salvación del alma y al privilegio que tenemos de ser seguidores de Cristo, hijos de Dios y discípulos del Rey de reyes y el Señor de señores. Cuando entiendes que en el reino de Dios nunca se pierde, no importa lo que Jesús nos pida entregar, no sufrimos pérdidas, solamente hay ganancia. Entonces, vale la pena entregarlo todo para seguirlo y dar lo mejor de nuestra vida para servirle. Jesús nos está desafiando a reevaluar lo que verdaderamente es importante para nosotros y abrazar la manera en que el reino de Dios funciona.

En el reino de Dios, nuestras vidas trascienden lo terrenal y lo temporal. Fuimos llamados a vivir por algo mucho más grande que nuestras propias vidas, a vivir por la causa del rey Jesús, trayendo el cielo a la tierra para establecer el reino de Dios en nuestra generación. En las palabras de Pablo, en el reino de Dios solo ganamos.[2] La muerte no es el final, no es una pérdida, es una ganancia; nos graduamos de este mundo y ganamos en forma gratuita la eternidad.

Ordena tus prioridades

Jesús ha dicho: «Cuando lo entreguen todo, van a salvar sus vidas, van a encontrar lo que yo tengo para ustedes». Su desafío es que en toda área de nuestra vida tenga el primer lugar. De esa cuenta nunca vamos a quedar en segundo plano, porque Él se hace cargo de todos nuestros asuntos.[3] Nuestras necesidades siempre las consideramos como lo urgente. El pan de cada día y el dinero que necesitamos para pagar las cuentas.

Nos preocupamos por la ropa que vamos a usar, por las cosas que necesitamos lograr. Jesús explica que lo importante es el Reino de Dios, todo lo relacionado con nuestro Padre celestial; allí está nuestra tensión, entre lo importante y lo urgente. Entonces, no podemos poner en primer lugar lo que es urgente para nosotros y dejar en segundo lugar lo que es importante para Dios, porque en el reino no se pierde. Esto desafía la mentalidad materialista y nos llama a enfocarnos en lo eterno. Si Dios pudo dar lo mejor del cielo para salvarnos, nosotros tenemos que dar lo mejor de la vida para servirle.

Los cálculos de Dios son diferentes

Debemos aprender a calcular todo desde la perspectiva de Dios porque su matemática es muy diferente a la nuestra. 300 soldados son más que 144,000 para ganar una batalla; eso fue lo que aprendió Gedeón. Jesús lo ejemplificó con cinco panes y dos pescados para alimentar una multitud de cinco mil hombres y sus familias. La mente humana dice que nada es igual a nada, pero es algo posible cuando: nada más Dios es igual a todo. Por esta razón debemos aprender a calcular las cosas según Dios y no según las calculadoras de los hombres. Por eso Jesús enseñó: «El que pierda su vida por causa del evangelio la salvará».

En este mundo la gente busca poder y riqueza, pero en el reino de Dios, la verdadera grandeza se encuentra en la humildad y en el servicio. En el reino de Dios, los últimos son primeros, los débiles son fuertes, los que se humillan son exaltados y los que buscan ser los primeros deben ser servidores de los demás. Dios elige lo necio para avergonzar a los sabios y lo débil para confundir a los fuertes. Por eso se afirma que perder es ganar, morir es vivir y dar es recibir, porque los cálculos de Dios no son nuestros cálculos.

Si entendemos que en el reino de Dios no perdemos, estamos calculando correctamente. Jesús cambió las reglas del juego, los que lloran serán consolados, los pobres y perseguidos son bienaventurados.

No huyas del sufrimiento, abrázalo

Por lo tanto, seguir a Jesús tiene un costo y muchas veces es doloroso, requiere un sacrificio. El dolor es inevitable, pero hay un dolor que destruye y otro que edifica. Hay un dolor que esclaviza y otro dolor que libera. Por eso, al comprender que con Dios no perdemos, debemos aprender a abrazar el dolor correcto; ese tipo de dolor que nos permite crecer, madurar y alinearnos con el propósito de Dios.

Hay algunos dolores que sanan. Así como un cirujano corta para sanar, Dios permite ciertos dolores para moldearnos, madurarnos y fortalecernos. El dolor correcto nos transforma y nos moldea, refina nuestro carácter, prepara el corazón para todo lo que Él tiene para darnos y nos ayuda a vivir bajo su total dependencia.

Jesús no huyó del sufrimiento, sino que lo abrazó.[4] La Biblia enseña que fue a la cruz con gozo en su corazón; mientras Jesús caminaba, podía pensar vale la pena sufrir, pagar el precio y sembrar mi vida porque el cielo va a cosechar la humanidad. El dolor que vivamos no es el final de la historia; en las manos de Dios es el inicio de un tiempo glorioso para un nuevo nivel de fe. Jesús fue obediente hasta la muerte. Cuando entendemos que no perdemos, aprendemos a abrazar el dolor del sacrificio y todo el cielo responde, nos guía y viene a protegernos.

Venga lo que venga, pase lo que pase, con Jesús nunca pierdes, porque el que pierde su vida por la causa del evangelio descubre todo lo que está preparado para nosotros.[5]

Finalmente, vale la pena seguir a Jesús, entregarlo todo, perdernos por una causa mayor, porque en el reino de Dios no se pierde, solo se gana.

Referencias

[1]Marcos 8:31-38 (NVI): 31Luego comenzó a enseñarles: —El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los líderes religiosos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Es necesario que lo maten y que a los tres días resucite. 32Habló de esto con toda claridad. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33Pero Jesús se dio la vuelta, miró a sus discípulos y reprendió a Pedro. —¡Aléjate de mí, Satanás! —le dijo—. Tú no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. 34Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. —Si alguien quiere ser mi discípulo —dijo—, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. 35Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio la salvará. 36 ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde la vida? 37¿O qué se puede dar a cambio de la vida? 38Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

[2]Filipenses 1:21 (NVI): Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.

[3]Mateo 6:33 (NVI): 33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas estas cosas les serán añadidas. 34 Por lo tanto, no se preocupen por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.

[4]Marcos 8:34-38 (MSG): Llamando a la multitud para que se uniera a sus discípulos, dijo: Cualquiera que quiera venir conmigo debe dejarme guiar. Tú no estás en el asiento del conductor; Yo lo estoy. No huyas del sufrimiento; abrázalo. Sígueme y te mostraré cómo. La autoayuda no es de ninguna ayuda. El autosacrificio es el camino, mi camino, para salvarte a ti mismo, tu verdadero yo.

[5]1 Pedro 3:13-18 (NTV): 13 Ahora bien, ¿quién querrá hacerles daño si ustedes están deseosos de hacer el bien? 14 Pero, aun si sufren por hacer lo correcto, Dios va a recompensarlos. Así que no se preocupen ni tengan miedo a las amenazas. 15 En cambio, adoren a Cristo como el Señor de su vida. Si alguien les pregunta acerca de la esperanza que tienen como creyentes, estén siempre preparados para dar una explicación; 16 pero háganlo con humildad y respeto. Mantengan siempre limpia la conciencia. Entonces, si la gente habla en contra de ustedes será avergonzada al ver la vida recta que llevan porque pertenecen a Cristo. 17 Recuerden que es mejor sufrir por hacer el bien —si eso es lo que Dios quiere— ¡que sufrir por hacer el mal! 18 Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu.

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