17 de septiembre de 2017
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Para alcanzar la paz necesitamos justicia, y para obtener justicia se requiere sabiduría. Sabemos que la justicia engrandece a una nación[1] y todos deseamos que nuestro país sea engrandecido por Dios, así que debemos buscar Su justicia. Más o menos desde la década de 1980 se viene profetizando que Guatemala será luz para las naciones y lo primero que muchos interpretan es que de este país saldrá la Palabra de Dios para que las naciones sean salvas, sin embargo, ser luz no consiste solamente en eso, pues el Señor puede ser luz para las naciones en muchos aspectos, incluyendo en los procesos de justicia, el respeto a la libertad y los derechos de cada ciudadano.
Ahora bien, para lograr un país con justicia se necesita más de una generación. Samuel fue el primer profeta, alguien excepcional: nació de Ana, una mujer estéril, por lo que su vida fue un milagro, aunque sus hijos ya no llegaron a ser como él[2]; su buen ejemplo ya no pasó a la siguiente generación. Si deseamos un país con justicia y paz, necesitamos empezar por nuestra casa. De hecho, en el pueblo de Israel, en el día de reposo los hijos se reunían alrededor de la mesa con su padre, quien les enseñaba. No se trata de orientar a una generación sino a trascender históricamente. Debemos darle continuidad al buen ejemplo, además de orar porque nuestros hijos reciban justicia y paz en nuestra casa, para que las transmitan a sus semejantes.
Para que haya justicia y paz también se necesitan leyes, ordenanzas y personas que las cumplan. Cuando pensamos que la mejora de un país depende del gobierno, no estamos asumiendo nuestra responsabilidad porque las leyes debemos cumplirlas todos. Oremos por personas íntegras que nos muestren el camino a seguir[3]. Debemos ser ciudadanos correctos, aunque talvez no perfectos. Nos hemos acostumbrado a hacer cosas incorrectas en distintos contextos, desde colarnos en una fila para entrar primero a un lugar hasta pasarnos un semáforo en rojo porque vamos apurados. Solo cuando sumemos generaciones, leyes, ordenanzas y personas, obtendremos un gran país, porque Dios engrandece a una nación a través de Su justicia.
Todos necesitamos consejos[4] y es difícil dar un consejo sin sabiduría. Yo suelo decirle a mi equipo que tienen al jefe más obediente que hay. La obediencia no es solo vertical —es decir, la obediencia que un hijo le debe su padre o un colaborador a su empleador, por ejemplo—. Si un colaborador tiene la razón y lo obedeces, eso habla bien de tu nivel de sabiduría porque estás escuchando a alguien que no es tu autoridad, pero que tiene el conocimiento y la razón que buscas para ser sabio. ¡Incluso un hijo podría aconsejar a su padre!
Salomón, lleno de sabiduría, entendía que su faceta de rey también lo convertía en servidor y con esa actitud agradó a Dios[5]. Más que ser gobernante, cuán admirable es ser servidor. Jesús, el Rey de reyes, también supo que vino a servir y no a ser servido. Por eso oramos, para que las personas en eminencia, los líderes y gobernantes reciban sabiduría de parte de Dios, que trabajen en beneficio del país y de sus habitantes. Salomón pidió sabiduría y le fue dada. Es maravilloso descubrir que cuando hacemos lo correcto, ¡Dios actúa conforme a nuestras palabras! El Señor actuó conforme a lo que Salomón le pidió y lo bendijo sobreabundantemente.
Además, Salomón es protagonista de una de las historias más fascinantes de la Biblia[6], un caso de la vida cotidiana entre dos mujeres, dos madres que ejercían la prostitución y peleaban por un bebé. Cabe resaltar que en tiempo de este rey sabio, que supo resolver el conflicto, no había discriminación y todos tenían acceso a la justicia. Oremos para que nuestro sistema de justicia opere con eficiencia[7].
Nuestro país necesita paz, necesita justicia y el esfuerzo de todos por el bien común. Digamos al Señor: “Te damos gracias por este país hermoso y clamamos porque Tu justicia se aplique para todos, que Tú seas nuestro consejero y gobiernes a través de nuestras autoridades. Padre, nuestro país te necesita, por eso te declaramos Señor de Guatemala y del mundo”.
[1] Proverbios 14:34: La justicia engrandece a la nación; Mas el pecado es afrenta de las naciones. | La justicia es el orgullo de una nación; el pecado es su vergüenza. (DHH)
[2] 1 Samuel 8:1-3: Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.
[3] Éxodo 18:20-21: Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
[4] Proverbios 11:14: Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; Mas en la multitud de consejeros hay seguridad.
[5] 1 Reyes 3:7-14: Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días. Cuando Salomón despertó, vio que era sueño; y vino a Jerusalén, y se presentó delante del arca del pacto de Jehová, y sacrificó holocaustos y ofreció sacrificios de paz, e hizo también banquete a todos sus siervos.
[6] 1Reyes 3:16-28: En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. Y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa. Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto. Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey. El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra. Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: !!Ah, señor mío! dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo. Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre. Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.
[7] Romanos 13-3-6: Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
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