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Veo todo claro

25 de marzo de 2008

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Marcos 8:22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.

A veces, queremos que Jesús haga las cosas como nosotros queremos; a mí me pasa cuando estoy ministrando. A veces llamo a uno, y se viene otro y es difícil ministrar de esa forma. Lo mismo le pasaba al Señor.

Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.

La primera cosa que vamos a comprender es qué es un milagro de sanidad. Tomó dos etapas para que el milagro se diera. Tenemos que insistir después de la primera, la segunda, en la etapa que sea. Pero también tenemos que creer. Hay gente que acaba de orar por ella y quieren que vuelva a orar en el mismo instante, porque no sintió nada o no creyó que podía ser sana. Les cuesta ejercer un poquito más de fe. Hay gente que sana, sin sentir nada. Por ejemplo, usted mujer viene a que oremos para que no sea estéril, y ya quiere salir de aquí embarazada. Cuando uno ora por alguien, se pregunta: ¿Será que ya soy sano? Pero sólo su fe le confirma eso.

Hay etapas en la vida en las que no necesariamente vemos todo bien a nuestro alrededor. Cuando nuestros ojos se abren, empezamos a ver las cosas de distinta forma. Unos ven problemas; otros, oportunidades. Algunos ven que pronto va a pasar, otros que nunca pasará. Eso se resuelve en diferente tiempo y a diferente velocidad. El problema económico usted cree que es lo peor, pero si le pregunta a alguien de 90 años, le dirá que se calme, pues ellos han vivido épocas más difíciles. Si les pregunta a esas personas que han luchado dos o tres veces contra el cáncer y lo han vencido, se dará cuenta que lo ven de forma distinta a una familia que ha perdido a varios seres queridos por esta razón.

La primera etapa en la vida para poder ver todo diferente es aprender a ver a los seres humanos, a nuestros semejantes. Aquel hombre decía: “Veo a los hombres que caminan como árboles”. La primera cosa que aprendí es que tenemos que aprender a ver los demás como Dios los creó, y a vernos a nosotros mismos de una buena forma para poder ver bien las situaciones que nos rodean. Tenemos que dejar de ver a los hombres como que fueran árboles. No somos del reino vegetal ni animal. La Palabra dice que Dios nos creó a imagen y semejanza de Él. Si usted cree que es imagen, trabaje en su imagen. Toda persona que se siente bien con la vida mantiene bien su imagen. ¿Qué es una imagen sino una fotografía de uno mismo? ¿Cómo te ves? ¿Cómo te cuidas? ¿Sabe por qué no cuida su cuerpo? Porque realmente no se ve como Dios lo ve. Si supiéramos lo valioso que es el cuerpo que Dios nos regaló, no lo trataríamos de esta forma. Cuide sus ojos, su piel, su cabello, su cuerpo, sus pulmones, su corazón, haga ejercicio. Si usted no tiene una imagen de usted clara, saludable, con bienestar, ¿cómo la puede desarrollar? Usted no dice: “De tanta azúcar que injerí, se me descompuso la sangre, o se me descompuso el páncreas o los ojos, así que voy al supermercado a comprar otro u otra”. No nos podemos seguir viendo como vegetales, somos personas creadas por Dios.

La segunda es que si somos la imagen de Dios, debemos preguntarnos cómo se comportaría Él sobre la tierra. Mujer, haga el esfuerzo, vaya al salón. Usted no puede despedir a su esposo todas las mañanas en un camisón. Y en la oficina le está esperando una secretaria perfumada, arregladita, y encima usted peleando. Lo primero que Dios mencionó del ser humano fue su imagen, a quién se tiene que parecer. Los cristianos debemos serlo por dentro y por fuera.

Salmo 8:1-5: !!Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;  De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,  A causa de tus enemigos,  Para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra.

El Señor nos hizo un poquito menor que los ángeles. Me imagino que todos tienen algún paisaje preferido. En Guatemala, para mí es impresionante el lago de Atitlán. En una ocasión,  subiendo de Mazatenango, el piloto del helicóptero decidió sobrevolar el lago de Atitlán, se ve muy bonito. Uno tiene paisajes favoritos, lugares especiales, que uno puede decir: “Señor, ¿a qué hora hiciste esto?”. Nuestro país tiene lugares tan hermosos que no me cabe la menor duda que se inspiró al hacerlo. Cuando uno viaja, encuentra también lugares lindos, hermosos, maravillosos. Uno de lo sueños que tuve siempre es aprender a bucear. Y estando en México, unos hermanos me obsequiaron un curso. Cuando me sumergí, y vi el colorido, me conmoví al ver tanta belleza. Pero nada se compara al ser humano. Nosotros siempre alabamos a Dios, nos dejamos impresionar por la naturaleza, pero poco nos hemos dejado impresionar por las personas que ha creado. La gente a veces se queja que no tiene capital, pero si pudiera valorar cuánto vale lo que tiene. Sus ojos, por ejemplo.

Venía en una ocasión volando de Houston o Dallas, y empezamos a acercarnos a Guatemala cuando, de repente,  se empezó a ver una tormenta eléctrica. Se veía hermoso, y yo empecé a pensar en este salmo, en las maravillas que Dios hace. Pero la tormenta empezó a afectar un poco el avión y hubo bastante turbulencia. Había una señora que sí estaba mal; yo saqué fuerza de la debilidad para darle ánimo. Empecé a encomendar mi espíritu al Señor, mi familia. Todo salió bien, gracias a Dios. Pero debemos tener claro que por más que Dios tenga una tierra hermosa, maravillosa, no hay creación más grande hecha por Dios que usted mismo. Estamos coronados de gloria y de honra.

Salmo 139:13: Tú hiciste todas las delicadas partes internas de mi cuerpo y las uniste en el vientre de mi madre, gracias por haberme hecho tan admirablemente complicado. Es admirable pensar en ello. Maravillosa es la obra de tus manos, y que bien la conozco!

Salmo 139:15-18: No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas. Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. !!Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! !!Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.

Te acuestas, te levantas y el Señor sigue pensando en ti. ¿Cómo puedo ver todo lo de alrededor con avidez, de mejor manera si ni siquiera me veo yo bien? Cuando me empiezo a ver bien,  empiezo a ver a los demás bien. Pero, ¿por qué el hombre peca? Porque no sabe quién es. La Biblia dice: “Ustedes dioses son” (con minúscula). Si lo comprendiéramos, actuaríamos diferente y los resultados en la vida serían diferentes. Pero, ¿cómo puedo ver que las cosas a mí alrededor pueden ser diferentes, si no creo que valgo la pena? Pero cuando pienso que valgo, puedo ver distinto. Hay gente que cree que todos los días les pasará algo malo. Manejan el carro y creen que van a chocar; compran su celular y creen que se lo van a robar; viene una ola económica difícil y dicen que serán los primeros desempleados; tienen un dolor y creen que ya tienen cáncer. Siempre pensando que algo malo les va a pasar. El síndrome de persecución positiva lo tenemos los que pensamos que alguien nos va a bendecir, que nos está deseando lo bueno, que seguramente será un buen día. Pero hay gente que el sunami está en Asia y salen a ver si está lloviendo aquí. Voy a ver todo lo demás mejor si empiezo a verme yo mejor. La mujer viuda a quién Elías le pidió agua y luego un bocado, le dio agua a pesar de que era en el tiempo de sequía. Sin embargo, cuando le pidió comida, le dijo que sólo tenía un poco de harina. Dijo eso porque su expectativa de vida era tan corta, que empezó a ver la vida de diferente forma. Usted ve sus recursos de diferente forma, cuando empieza a verse usted mismo diferente. Empieza a ver la vida como un campo en el cual va a jugar para ganar. Pero hasta que no piense de usted mismo de forma distinta, no verá las cosas de alrededor de forma distinta.

El Señor primero lo hizo ver a los hombres diferentes, para que pudiera ver lo demás diferente. De último le dice: “Ve a tu familia,” y lo sacó. Para que aprendas eso, debes ser sacado de ese grupito de gente que no te deja pensar bien y estar a solas con Jesús. Lo sacó, no lo dejó con los demás.  Si insistes en estar con la gente que piensa mal, no vas a crear una imagen buena de ti. Pero Él lo sacó y le escupió en los ojos. Eso tiene dos sentidos, lo que sale de la boca del Señor, su Palabra, es lo que hace que podamos ver mejor lo que verdaderamente somos, lo que realmente está pasando dentro de nosotros, pero a solas con el Señor. Cuando pasas tiempo con alguien que jamás aporta nada a tu vida, la estás malgastando, pero pasa tiempo con gente que ha salido adelante, porque seguramente te trasladarán algo bueno. Imítalos, y vas a empezar a ver todo de forma distinta.

Cuando este hombre tuvo un encuentro a solas con el Señor, se vio distinto, vio a los demás distintos y a todo lo que rodea su vida de distinta forma. Lo que vives, observas y cómo enfrentas tu vida está ligado a quien tú crees que eres. Tienes que cambiar la manera de verte. ¿Cómo se va a notar? Porque todo en tu vida va a cambiar: tu imagen, tu manera de arreglarte, de ver a los demás. Uno dirá: Ya no se ve como un árbol, sino como la maravilla que Dios creó.

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