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Caminando en amor

29 de mayo de 2016

Tiempo de lectura: 6 minutos

Jesús nos enseña a amar con Su ejemplo, porque no hay amor sin entrega. Él se entregó por amor y  espera que nosotros también lo hagamos[1]. Nuestro Salvador fue una ofrenda en la cruz del Calvario, sacrificio de amor agradable a Dios. La Palabra nos pide que caminemos en amor, esa es clave para nuestra vida, ya que caminar implica acción, ponerse en marcha para hacer algo. Amar es una acción más que un sentimiento. Debemos convertirnos en expertos para amar al prójimo, ya sea nuestra familia, amigos, desconocidos, ¡incluso a nuestros enemigos!

Según estudios, hay cuatro tipos de amor. El primero es el amor storge, que es el afecto por algo o por alguien, un cariño inicial que inspira a profundizar en la relación. Por ejemplo, el amor a la mascota que cuidamos, alimentamos y muchas veces adoptamos como parte de la familia. Todos podemos contar anécdotas respecto a nuestras mascotas: gatos, perros, hamsters o algunas más exóticas como reptiles o aves. En casa tuvimos una perrita bulldog, Lady, a quien cuidamos con mucho cariño.

El segundo amor es philos, el amor filial, fraternal, entre amigos y hermanos. Sabemos que incluso hay amigos más cercanos que hermanos porque establecemos una conexión especial con ellos. Si queremos tener amigos, debemos ser amigos[2]. Yo tenía dos amigos especiales en el colegio. Eran diferentes, pero a los dos los apreciaba mucho. Es importante que desarrollemos inteligencia social y relacional para llevarnos bien con todos, sin importar estrato social o posición económica.

El tercer amor es el eros, ese que inspira atracción y pasión. Es el amor que debe existir en el matrimonio, además del compañerismo y la amistad. El amor eros es la conexión especial que se siente solo por una persona y que nos lleva a la unión matrimonial para construir una familia. Esa relación íntima dentro del matrimonio ha sido establecida para procrear y para disfrutarse[3]. El cuarto amor es el ágape, el incondicional y perfecto de Dios, el supremo amor que no tiene fecha de caducidad.

Sabemos que Dios se manifestó desde siempre expresándonos Su amor y prolongándonos Su misericordia[4], aunque no siempre lo recordamos. Su amor no se acaba, porque Él es  principio y fin, alfa y omega. Su amor se expresa a través del perdón, por eso, la máxima expresión del amor es el perdón que significa morir a nuestro dolor y dar todo por la persona amada. Es injusto cuando te quejas por la fallas de otros, porque no puedes garantizar que nunca fallarás. Perdonemos y hagamos a un lado las expectativas de perfección en el matrimonio, en la familia y en la sociedad. ¡Todos fallamos y necesitamos perdón! Por lo tanto, el amor es acción, entrega y perdón.

Justo por esas características, es imposible decir que solo amaremos a quienes nos hacen bien. Antes de la venida de Jesús, la consigna era amar al prójimo y aborrecer a los enemigos, pero nuestro Maestro cambió eso y dijo que amemos a todos, incluso a quienes nos hacen daño. Debemos bendecir a los que nos maldicen para demostrar que somos hijos de Dios, quien hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover de igual forma sobre justos e injustos porque Su amor es perfecto y no depende de nuestro comportamiento[5].  Claro que cada quién decide qué hace con las bendiciones que recibe. Algunos aprovechan el sol y la lluvia para sembrar hortalizas, mientras otros siembran marihuana. ¿Qué haces tú con lo que Dios te da? ¿Lo aprovechas para beneficio tuyo y de los demás o decides desviar tu camino hacia el egoísmo? Lo correcto es compartir aquello que recibimos de Dios, incluyendo el amor y el perdón. Al principio es difícil porque las ofensas duelen, pero el Señor nos ayuda a lograrlo si le pedimos que nos fortalezca. Esa debe ser nuestra oración, no pedir venganza o ajuste de cuentas. Oremos pidiendo que aquellos que nos difaman lleguen al conocimiento del Señor, que su corazón sea tocado por el amor para que sus ataques se detengan. Amémonos y perdonémonos.

Además, amar a quien no nos ama trae recompensa. Prestemos atención, porque hay recompensas detenidas por falta de amor hacia quienes nos han lastimado. ¡Las recompensas llegarán a tu vida cuando ames a todos y lo demuestres! No busques ser amado, sino amar. Las protestas por falta de cariño o atención no nacen del amor sino del egoísmo. Si no te llaman, llama tú; si no te visitan, visita tú. No te enfoques en lo que quieres que te den, sino en lo que puedes dar. Es revelador leer en la Palabra que Dios relaciona la perfección con el amor. Podemos ser perfectos si amamos como Dios ama. Saludemos a quienes nos saludan y a quienes no lo hacen. El estándar de conducta de amor que nuestro Padre espera de nosotros es muy alto, porque sabe lo que lograremos si amamos.

En la Biblia leemos sobre un intérprete de la ley que le preguntó a Jesús cuál es el más grande mandamiento, pero vemos que lo hace con mala intención, así que cualquiera puede ser tropiezo, sin embargo, el amor es el vínculo perfecto. Jesús le explicó que el primer mandamiento es amar a Dios y el segundo es amar al prójimo como a nosotros mismos. esos dos mandamientos son el resumen de la ley[6]. Es muy importante que lo comprendamos, porque amar a los demás como a nosotros mismos significa que debemos tratar a otros como quisiéramos que nos trataran. Lo que quieras que hagan contigo es lo que debes hacer con otros. Lo que haces a los demás revela los deseos que tienes para ti. Por lo tanto, hablamos de la ley de siembra y cosecha. El amor es una semilla súper, mega, archi poderosa que al sembrarla da fruto hasta en los enemigos.

Amar siempre implica dar algo, es entrega de atención, tiempo, recursos, incluso de la vida, tal como Dios nos manda, al pedirnos que nos amemos unos a otros, como Él nos ha amado[7]. Su amor se convirtió en sacrificio que nos redimió. El amor tiene la capacidad de salvar. Cuando educas a tus hijos por amor, lo salvas de la ignorancia, de la pobreza, de las tinieblas. Si los educas bien, los salvas de muchas cosas. Lo mismo sucede con tus amigos y con todas las personas que amas; aunque sean desconocidos, algo salvas en ellos. Conozco a un joven que perteneció a un grupo de amistad de la iglesia, pero se alejó, comenzó a involucrarse en situaciones riesgosas y fue herido de bala. Cuando buscó a sus líderes de grupo, recibió apoyo. Incluso lo ayudaron para que pudiera operarse y se salvó. ¡Ese es el amor que Dios espera de nosotros! Un amor que se exprese con palabras y acciones. Busca y ama a quienes se han alejado del Señor, brinda ayuda, extiende tu mano para rescatar.

Si lo haces, te aseguro que tus acciones de amor tendrán cosecha abundante. Cuando ames de la misma forma que el Señor ama, todo cambiará para bien. ¡Dios te necesita para amar a los demás! Démosle gracias por el amor que depositó en cada uno de nosotros y porque tenemos la oportunidad de compartirlo. Recíbelo en tu corazón y Su amor restaurará tu vida, entonces, tendrás nuevas oportunidades para amar a tu prójimo.


[1] Efesios 5:1-2 dice: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

[2] 1 Pedro 3:8-9 comparte: Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

[3] Proverbios 5:18-19 dice: Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre.

[4] Jeremías 31:3 asegura: Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

[5] Mateo 5: 43-48 enseña: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

[6] Mateo 22:35-40 asegura: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

[7] Juan 15:12-13 asegura: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

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