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Creando problemas

Creando problemas

06 de diciembre de 2018

Tiempo de lectura: 4 minutos

Nací en Australia, pero vivo en Argentina. Cuando tengo oportunidad, vuelvo para ver a mi familia y amigos. Es tan agradable reunirse con la gente querida. Una de esas veces que nos reunimos en casa de un amigo, su esposa bajó a ver qué sucedía porque no escuchaba el alboroto de siempre. Nos encontró platicando muy concentrados. “¿Qué paso, chicos, están arreglando el mundo?”, nos preguntó en broma. Pero realmente lo que estábamos haciendo era viendo cómo creábamos problemas. Sí, exactamente como lo lees, decidíamos de qué forma seríamos problemáticos para el enemigo. La contracultura es eso, crear problemas como hijos de Dios. Nuestra vida debe ser problemáticas para el que busca complicarnos en el mundo. Tu vida debe complicarle las cosas al reino de las tinieblas que debe sentir miedo cuando te levantas por la mañana.

Lo que Cristo ha hecho en ti debe verse. Tus problemas no pueden detenerte, vencerte o limitarte porque el mismo poder que levantó a Jesús de entre los muertos habita en ti. Jesús ganó y por eso, nosotros también ganamos, por eso podemos ser creadores de problemas a los problemas del mundo. Vivir una contracultura es crear problemas al enemigo. José fue un joven problemático porque vivió una contracultura frente a las dificultades. Durante 13 años, el enemigo soltó todo en su contra, pero no pudo derrotarlo. Cuando vienen las dificultades, debemos pararnos firmes en nuestras convicciones y vivir conforme la cultura eterna del Rey de gloria que nos favorece.

No te dejes vencer por el mal. Vencer el mal con el bien[1] es contracultura. ¿Cómo podemos ser problemáticos para el enemigo y nadar en contra de la corriente? Para lograrlo debemos tomar sete decisiones.

  1. En lugar de odiar, yo decido amar. Seamos una generación reconocida por nuestro amor que marca la diferencia. El fundamento de tu vida debe ser el amor.
  2. En lugar de criticar, yo decido animar. Que la gente quiera estar contigo porque de tu boca solo salen palabras de aliento, palabras que sueltan potencial. Eliminemos la crítica. Debemos ser las personas más alentadoras en la tierra, los que habla de potencial, no de errores ni debilidades.
  3. En lugar de rendirme, decido perseverar. No tires la toalla porque tu vida debe ser problemática para el enemigo. No te rindas. Persevera porque seguimos a un Dios que hace más de lo que imaginamos. Si no has recibido la respuesta que esperas, persevera porque Dios es justo para responder. Sigue edificando a otros, ten paciencia en el proceso, persevera en la fe que nunca falla.
  4. En lugar de devaluar a la gente, decido valorarla. La iglesia no es una organización sino una familia de fe multinacional. Podemos tener una bandera, acento y comida diferentes, pero somos uno en Cristo Jesús porque Él pagó un mismo precio: su sangre. Los religiosos valoran más las reglas, pero los cristianos rompemos las reglas por alcanzar a los más necesitados de amor y perdón. Jesús demuestra que un ser humano es más valioso que cualquier lista de reglas.
  5. En lugar de aferrarme a una ofensa, decido perdonar. Decidimos tenemos el control de nuestras emociones. La ofensa siempre limita nuestro potencial. Liberémonos. La falta de perdón no afecta a quien te hizo mal sino a ti y tu futuro es demasiado brillante para que te aferres a una ofensa. Deja ir lo que abruma tu corazón para avanzar. Vivamos en paz.
  6. En lugar de dudar, decido creer. José, bajo opresión del enemigo, creyó en el sueño y la visión de Dios. Una contracultura es que el mundo vea que vivimos lo que creemos. Dios se deleita en usar a las personas menos probables, las que creen, aunque no saben cómo hará Su obra.
  7. En lugar de no hacer nada, decido hacer algo. Todos sumamos con nuestras acciones. La iglesia de hoy no se trata de superhéroes sino de personas levantándose para vivir una contracultura de buenas acciones. En la escuela, decide hacer algo, abraza a la víctima de bulling, sé amigo de quien se siente rechazado. Haz algo, aunque creas que es una pequeña acción, porque Dios puede hacer grande lo que parece pequeño.

Ser contracultura es amar como Jesús amó, animar a los demás, soltar las ofensas para vivir en paz y creer para que nuestra vida haga la diferencia donde estemos. Tú eres el milagro, la respuesta a la oración de alguien más. La sociedad no entiende de qué se trata la iglesia, pero no vamos a detenernos, vamos a mostrarles que seremos problemáticos para el enemigo al vivir una contracultura de amor, fe, perdón y perseverancia. Vamos vencer la cultura de este mundo para reflejar a Jesús de forma saludable y correcta.


[1] Romanos 12:9-21 (NVI): El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. 10 Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. 11 Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. 12 Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. 13 Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. 14 Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. 15 Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. 16 Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes.[a] No se crean los únicos que saben. 17 No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. 18 Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. 19 No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré»,[b] dice el Señor. 20 Antes bien,

«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;  si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta».21 No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.

 

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