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Dignos de un milagro

25 de abril de 2009

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Es importante que aprendamos a pedir y recibir.  Para ello necesitamos la actitud correcta.  A los jóvenes, mujeres y hombres solteros se les facilita más tomar la llenura del Espíritu Santo que a los hombres casados y con hijos. Durante todos los años que  tengo de ministrar he notado que a las personas que tienen muchas responsabilidades les cuesta abrir su corazón a lo que hay reservado para ellos.

Pedir para recibir:

Mateo 6:8 nos dice: No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.

Esta Palabra nos recuerda que aunque el Señor conoce nuestras necesidades, debemos pedir para recibir. Generalmente se interpretaba mal este versículo, pero claramente dice “antes que vosotros pidáis”. Eso significa que parte del proceso de  recibir es manifestar nuestros deseos aunque estemos convencidos de que Dios ya conoce lo que pediremos.

Mateo 7:7-8 recuerda: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

El Señor insiste, si queremos recibir hay que pedir. No hay ningún versículo que diga “no pidáis y se os dará”.  Decir: “Dios sabe lo que necesito por eso ya no tengo que pedirlo” es un gran error.  Si hasta hoy no has recibido es porque no has pedido.  Nadie llega a una casa y se para frente a la puerta esperando que las personas que viven en ella sepan que está allí. Lo lógico es tocar el timbre para que te abran la puerta. Cuando pierdes algo te preocupas por buscarlo y encontrarlo, no te sientas a esperar que aquello que perdiste llegue a ti. Si quieres un aumento de sueldo, lo pides.   De la misma forma debes actuar con tu Padre celestial.

Saber pedir:
En Mateo 7:9-10 leemos: ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?
Si pedimos pan y pescado, eso queremos recibir. Cuando tu hijo te pide una bicicleta no le das unos patines. Hay que saber pedir con claridad porque esa actitud agrada a Dios. No seas como aquellos indefinidos que cuando les preguntan qué desean comer responde “lo que sea” y “en cualquier lugar”. Pide con nombre y apellido, en forma concreta y clara.

Dar para pedir:

Mateo 7:11 relata: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

Dar es la clave para recibir. Ser generoso atrae generosidad. Los padres dan buenas cosas a sus hijos para poder exigir con autoridad. Si quieres algo bueno, debes dar algo bueno. No puedes pedir un mejor trabajo si con el que tienes no eres capaz de dar lo mejor que puedas.

Lo que das te autoriza a pedir, incluso en las cosas del Señor. Pablo decía que si sembramos lo espiritual, gran cosa es que cosechemos lo material. Esto significa que debemos dar para recibir. Recuerda que no existe ningún versículo que diga “no pidáis y se os dará”.  Elimina esto de tu sistema de creencias. Demuestra tu fe y pide, tal como Jesús nos aconsejó que hiciéramos. Nuestra capacidad de dar amplía nuestra capacidad de recibir. Yo lo hice cuando construí el templo donde nos congregamos y ahora lo proclamo para terminar el que estamos construyendo.

La fe que maravilla a Jesús:

Lucas 7:1-10 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga. Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

El centurión del que habla la Biblia era romano y sin embargo los ancianos judíos lo consideraban digno de recibir la gracia de Dios porque había demostrado su  amor hacia el pueblo de Israel construyendo un templo. Se puede dar sin amar pero es imposible amar sin dar.  Esta es una verdad espiritual que debemos comprender. El Señor bendice a quien ama a su pueblo.

Cuando el Señor iba camino a casa del centurión romano, él mismo envía a unos amigos a advertirle a Jesús que no se siente digno de recibirlo, pero está convencido de que puede obrar el milagro incluso desde fuera. De esta forma demostró que tenía fe para dar y también para recibir. Se creía digno de cosechar un milagro porque había sembrado, aunque no se sentía digno de recibirle y servirle de comer. Tú debes aprender a tener las dos dignidades, la de recibir y la de compartir con el Señor.

El centurión nos enseña que cosechar es una acción. No se sentó a esperar que el milagro se diera por sí solo. Actuó, aprovechó la influencia que tenía con los ancianos para que intercedieran por él ante Jesús. Imítalo y trabaja en tu cosecha. Nada te vendrá sin esfuerzo. Reconoce el tiempo de recibir y pon manos a la obra para recoger el producto de lo que sembraste.


La cosecha de la fidelidad:

El centurión romano tenía autoridad sobre sus sirvientes y soldados que le obedecían. Tú debes utilizar la autoridad que el Señor te ha delegado para hablar la Palabra y proclamar todo lo bueno en tu vida.

Este hombre sabía relacionarse ya que se rodeó de personas que podían ayudarlo: los ancianos judíos, los soldados y sus amigos. Entre su círculo también tenía un siervo fiel que vivía en su casa y que le conocía mejor que nadie, guardaba sus secretos y no hablaba de sus errores y debilidades con nadie. Cuando llegó el día de cosechar pidió por ese siervo que siempre demostró fidelidad.

Actualmente es difícil encontrar fidelidad y lealtad. La esposa habla mal del marido y viceversa. Si no hay lealtad ni siquiera entre padres e hijos, no podemos pretender encontrarla en ningún otro lugar.

Los hijos hablan mal de sus padres. Nada es excusa para criticarlos. Si no te dan permiso para salir y regresar de madrugada es porque te aman y quieren protegerte. Nadie acepta una invitación a comer en casa de unos amigos para luego criticarlos. Cuando recibimos personas que vienen de otras iglesias, les aclaramos que no deseamos escuchar críticas de donde vienen, porque no queremos que suceda lo mismo si deciden irse de esta iglesia. Jamás hablaré mal de mis ovejas ni de mi iglesia.  Siempre oramos por la restauración de todos, nos critiquen o no. Sé fiel para encontrar fidelidad.

Guatemala necesita gente fiel. Cuando viajo al extranjero anhelo ser digno representante de mi patria. Recibo muchas críticas por nuestra situación de violencia e inseguridad pero intento hacer notar las cosas positivas y dejar una buena imagen. Enaltece siempre a tu país o mejor vete a vivir a otro lugar. Recuerda que te alimentas  de la tierra donde vives. Dios no puede darte un mejor país si tú mismo lo difamas. Aléjate de las personas que critican y no tienen palabras que edifiquen. Ruega a Dios por la paz y seguridad de tu nación. Para poder pedir con autoridad, sé fiel y leal a tu Señor y a tu país.

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