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Dios piensa en ti pero no por ti

16 de enero de 2010

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Efesios 3:20  nos confirma: Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.

Dios es poderoso y constantemente vemos muestras de ello. Por fe comprendemos que hizo el universo con Su palabra, por eso sabemos que las palabras tiene poder porque vienen de nuestros pensamientos. Son capaces de crear o destruir,  de sanar o enfermar, propiciar la paz o la guerra y darnos amigos o enemigos.

El escritor de este pasaje no exagera cuando dice que  Dios puede hacer “mucho más abundantemente”, así como no es exageración hablar de Su inmenso amor que lo movió a entregar a Su Hijo por nosotros, y tampoco se exagera sobre Su misericordia que es nueva cada mañana, o Su perdón que toma nuestros pecados y los envía al fondo del mar para no recordarlos más. Entonces, debemos convencernos de que no hay  palabras para describir Su poder que es capaz de hacer mucho más de lo que entendemos y pensamos. Por eso es importante que pensemos.

Nuestros pensamientos son el punto de partida de la obra del Señor. No puede hacer “más” sino tiene con qué. Primero debes darle la materia prima para que haya punto de comparación.  Si piensas que Dios puede sanarte, seguramente te dará salud en abundancia. Si piensas que Dios te bendecirá y te levantará, ten por seguro que Él tomará ese pensamiento y lo hará palpable de forma sorprendente. Piensa bien porque Su obra se basa en ello. Nunca he visto a Dios bendecir a alguien que piensa mal de sí mismo.  Quienes dicen “soy un inútil” no le dan al Señor material para hacer algo útil en sus vidas.  Por el contrario, aquellos que no se disfrazan de falsa modestia y dicen: “Dios está conmigo”, son levantados.  David no dijo: “soy rubio de hermoso parecer y hermosos ojos,  por eso no podré vencer a ese gigante que nos amenaza”, al contrario, creía en Dios y en él, por eso le explicó a Saúl cómo peleaba contra leones y osos por defender las ovejas de su padre.  Dios le da la victoria a quienes confían en Sus promesas y en las capacidades que les ha dado para salir adelante.

Sus pensamientos debes ser los tuyos

Salmo 139: 17 dice sobre los pensamientos de Dios: ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.

Los pensamientos que Dios tiene sobre nosotros son preciosos y se multiplican. El salmista hizo suyos los pensamientos de Dios, nota que dijo: cuán preciosos “me” son tus pensamientos. Es decir que debemos apropiarnos de los maravillosos pensamientos del Señor y pensar como Él. El profeta dijo: “tus pensamientos no son mis pensamientos, tus caminos no son los míos”, eso significa que debemos hacer nuestros los pensamientos del Señor para poder caminar en bendición.  Dios piensa bien de ti, toma esos pensamientos y hazlos tuyos.

Debes ser capaz de enumerar esos buenos pensamientos que tiene sobre ti porque solamente así podrán multiplicarse. Escríbelos, léelos en las Escrituras, proclámalos y medítalos para que Él los tome y multiplique. Si crees que tiene una promesa para ti, las convertirá en tres; si piensas que son tres, las convertirá en nueve; si estás convencido de que son nueve promesas, Él te sorprenderá con  ochenta y una. Todo lo bueno se incrementa cuando nos apropiamos de Sus pensamientos de bien para nosotros. El día que le entregué mi vida, sabía muchas cosas de mí y también sabía algunas sobre Él, pero ignoraba todo lo bello que Él pensaba de mí. Lo que cambió mi vida y cambiará la tuya es conocer y aceptar lo que piensa de nosotros, cuánto anhela bendecirnos y hasta dónde puede llevarnos. No basta saber de Dios y de ti mismo, es imprescindible que sepas y hagas tuyos los pensamientos de bien que el Señor tiene sobre ti.

Piensa en lo bueno

Filipenses 4:8 nos aconseja lo que debemos pensar:  Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

El consejo es claro, no llenes tu cabeza de pensamientos de fracaso y pecado. Sé positivo y piensa en todo lo bueno. Evalúa tu pensamiento.

Lee estas palabras y clasifícalas según sean “de buen nombre” o “de mal nombre”: suicidio, enfermedad, divorcio, hijos en drogas, robo, corrupción,  injusticia, chismes, pobreza, inmoralidad sexual. Ahora lee éstas: hogar, esposa, amor, paz, sana economía, justicia, salud, trabajo, servicio. Definitivamente las primeras nueve son de mal nombre y no debes pensar en ellas para no atraerlas a tu vida.  Por eso, ten cuidado con quien conversas porque dice la Palabra que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.  Evita a las personas que no pueden ayudarte a llenar tu mente con pensamientos positivos, todo lo que hablas y escuchas influye en tu forma de pensar y actuar.

La perfecta voluntad de Dios

Romanos 12: 2-3 aconseja:  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta, créelo, no es exageración, pero de tus pensamientos depende que la experimentes.  Nunca dudes de ello. Cuando te sientes derrotado y preguntas: ¿Por qué Dios permite esto, por qué  me pasa a mí?, no estás pensando como deberías y le demuestras al Señor que dudas de Él.  En la iglesia podemos interceder por ti, llorar, orar  y  aconsejarte, pero nadie, ni Dios, puede pensar por ti. Esa es tu tarea y mientras no pienses como Él, no leas las Escrituras y te convenzas de Sus promesas, no podrás pensar y hacer tuya Su voluntad de bien. Acércate al Señor y busca Su consejo, los libros de Eclesiastés y Proverbios son muy prácticos y te enseñan sobre el pensamiento de Dios en cada situación.  No hay mejores recomendaciones que las de tu Padre Celestial.

Llena tu mente y corazón de fe, no de duda, temor o cuestionamiento. Todos tenemos una medida de fe diferente y podemos incrementarla. Demuestra tu fe y piensa bien de ti porque la gente que piensa mal de otros está proyectando lo que lleva dentro. Persevera en pesar las cosas que Dios te dio para que se multipliquen en tu vida.

Aprender a pensar

Hebreos 4:12 describe la Palabra: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

La eficacia se relaciona con acciones, sólo una acción puede ser eficaz.  Aprende a ser eficaz en lo que piensas, aprende a pensar pues somos lo que pensamos. Somete tus pensamientos a la Palabra del Señor, haz tiempo para pensar si lo que estás pensando es correcto. Piensa sobre tus pensamientos, parece difícil pero no lo es, evalúalos, si lo que tienes es mente es correcto, bueno, puro, noble y digno de alabanza, tómalo y ponlo en práctica, de lo contrario deséchalo y busca renovarte.

La perseverancia que da paz

Isaías 26: 3 reconforta: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.

Persevera en Sus pensamientos y no desconfíes nunca de Él. Aunque lo que anhelas no venga en el momento que quieres, no desesperes ni permitas que la desconfianza entre en tu corazón, porque esa duda te robará la paz.  Dios sólo puede guardar en completa paz a quienes siempre piensan bien de Él aunque la circunstancia esa adversa.  El Señor no puede bendecir al de doblado ánimo que un día piensa una cosa y otro día cambia de parecer.

Hemos aprendido a pensar por reacción y no proactivamente. Nuestra mente no descansa, todo el día pensamos, tenemos ideas, somos bombardeados por lo que vemos y escuchamos. Esa transacción de pensamientos no se detiene, pero debes hacer tiempo para detenerte y aprender a pensar bien. Muchas veces nos arrepentimos de los que decimos y hacemos porque no pensamos bien las cosas y actuamos por reacción. Entonces debemos pedir perdón por los errores que cometemos.

Cambia tu sistema, reflexiona sobre tu forma de pensar y aprende a hacerlo proactivamente, con calma y viendo hacia el futuro. Detente a pensar, aparta un tiempo para estar a solas con Dios y Su palabra, pídele que te enseñe a hacerlo, que te ayude a hacer tuya Su voluntad buena y perfecta, que te muestre Sus promesas y las aceptes antes que las malas noticias.  Él puede ayudarte a entender que está a tu lado, que tú y el Él son mayoría y que si se cierra una puerta, Él siempre abrirá otra.  Con esos pensamientos, sabrás que ante la crisis, no te despedirán y si lo hacen, tendrás otra puerta abierta ante ti. Pensando así podrás enfrentarte a todo.  Si llegas a tu oficina y el gerente te llama porque tiene una noticia que darte sobre el despido de personal, puedes pensar dos cosas, que te despedirán o que serás de los que se quedan. Si la noticia es que te vas, puedes decir que agradeces la oportunidad y pensar que así como se cierra esta puerta, Dios abrirá nuevas.

Cierta vez una persona metió en mi un pensamiento negativo. Me dijo que no entendía por qué hacíamos un templo tan grande si había tantos templos vacíos en el mundo. Entonces le consulté a mi Padre Celestial.  Le dije que estaba haciendo lo que me había pedido pero que aún estábamos a tiempo para detenernos. Su respuesta fue que yo decidía qué tipo de ministerio deseaba. Si quería ser como Su siervo en Corea que tiene más de un millón de ovejas y no se dan a vasto las instalaciones o quería ser de los que tienen templos vacíos. Entonces, recapacité, recordé que nuestro equipo pastoral es fuerte y capaz de sostener el ministerio, recordé que mi hijo y los hijos de nuestros pastores tienen un hermoso llamado y que tenemos mucho por hacer para llevar a la gente a Sus pies. Así que le pedí perdón y renové mis fuerzas.  Me sentí como cuando reprendo a mis hijos por algo que han hecho que no les enseñé yo.  Les pregunto: ¿dónde aprendiste eso? Dios bien pudo decirme así, porque esa desconfianza no la aprendí de Él sino de fuera y me dejé llevar.  Él me dio Su perfecta paz cuando perseveré en Sus pensamientos y los hice míos.

Nuestros pensamientos nos ponen frente a las bendiciones o al borde del fracaso.  Dios me trajo a la mente un predicador que tiene más de 80 años predicando fervientemente por todo el mundo y me dijo que así seré yo, de larga vida a Su servicio y lo mismo desea para ti.

Adórale y dale gracias, entrégale tu corazón y mente, confía en Él  porque tus pensamientos en el Señor te harán fuerte. Su fidelidad te llevará más allá de lo que imaginas y  Su mirada te llenará de paz. Lleva cautivo todo pensamiento a Su obediencia, piensa bien, piensa como el Señor y haz tuyas Sus promesas.

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