02 de octubre de 2010
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Todo es posible al que cree y honra al Señor, obedece Sus instrucciones con humildad e intercede por otros para que reciban su milagro.
En las Noches de Gloria y las reuniones de sanidad organizadas en Casa de Dios hemos visto muchos milagros. Todos me impresionan porque son manifestaciones del poder del Señor. Jeremías 33:6 promete que Dios nos trae sanidad, medicina, paz y verdad. Por eso me impacta saber sobre personas que se niegan a tomar medicina aunque la Palabra dice que es una revelación del Señor. Si conoces alguien que no cree en la medicina, ¡muéstrale estos versículos!
Mateo 8:1-4 cuenta el milagro de sanidad de un leproso que se postró ante Jesús que deseaba sanarlo y luego le dio instrucciones de ir al templo para ser purificado. Para recibir un milagro debemos acercarnos con humildad porque Santiago 4:6 asegura que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Así que debes presentarte ante Él con respeto, como una persona necesitada que sabe de Su amor y deseo de ayudarnos. No puedes acercarte ante Su presencia con arrogancia y prepotencia, como algunos que dicen: “Iré a la iglesia, a ver si funciona”.
Nunca olvidemos que el mismo Jesús padeció en la cruz para darnos sanidad, tal como dice 1 Pedro 2:24 e Isaías 53:4 que también nos recuerda sobre los dolores que surgen por el abatimiento del espíritu. La voluntad de Dios es que seamos sanos del alma y del cuerpo. Abandónate en Sus manos para que te de salud y restauración.
Cuando recibes sanidad, debes escuchar las instrucciones que el Señor te da. Renueva tu vida y aléjate de lo que te enferma, ya sea comida, estilo de vida o amistades. De lo contrario, corres el riesgo de enfermar de nuevo. El proceso para recibir tu milagro es: preséntate con humildad, cree que Dios sí quiere sanarte y obedece Sus instrucciones.
Mateo 8:5-10 cuenta el milagro de sanidad que recibió el siervo del centurión. Éste demostró tanta fe que Jesús dijo”De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”. Por lo que el criado fue sanado en el momento. En las cruzadas vemos gente que llega con ropa de otros para que oremos por ellos. Al principio sentía extraño imponer manos sobre “algo” y no sobre “alguien” pero luego, al escuchar los testimonios, me di cuenta que la distancia no tiene relación con lo que Dios quiere obrar en Sus hijos. Interceder por alguien también es bueno a los ojos del Señor que corresponde a esa clase de oración. Sé libre para pedir por quien necesita, como lo hizo el centurión.
También es importante reconocer autoridad y honrar como el centurión lo hizo al asegurar a Jesús que solamente era necesario que Él dijera la Palabra. Dios quiere usarnos para obrar en otros y nos da poder para hacerlo. Solamente debemos creer y usarlo.
Mateo 8:14-15 relata que la suegra de Pedro tenía fiebre y Jesús la sanó. Entonces, ella de inmediato se puso a servirles. Esa es una actitud que debemos imitar porque luego de cualquier milagro debe haber servicio. Dile al Señor que estás agradecido por lo que te ha dado y estás dispuesto a servirle. Él quiere que lo hagas.
Atrévete a proclamar sanidad para tu cuerpo y para quien lo necesite. La sanidad es una orden que se da con autoridad. Eres un ungido y debes estar convencido que el Señor desea usarte para sanar a otros. Practica la Palabra de fe y cree que será hecho conforme a tu mandato porque todo es posible para el que cree.
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