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Fe lógica e ilógica

25 de junio de 2017

Tiempo de lectura: 7 minutos

Cuando leemos la historia de Naamán, general del ejército sirio, vemos que se enojó al recibir del profeta una instrucción sin tanto protocolo. Sabemos que enojarnos no es el problema, sino qué hacemos y qué decimos cuando estamos enojados. Naamán se molestó porque su expectativa era diferente a lo que recibió[1]. Las expectativas generan amargura, resentimiento, enojo, por eso, las percepciones no deben determinarnos. A Naamán, esa esa expectativa y percepción sobre la instrucción del profeta lo hubiera limitado, al punto de no recibir su sanidad y quedar leproso el resto de su vida, porque se frustró al escuchar que lo mandaban a bañar a un río cercano. Hay muchas cosas que no cambiarán hasta que nuestra expectativa se corrija. Además, debemos tener cuidado con lo que nos decimos a nosotros mismos cuando estamos enojados, ya que podríamos tomar decisiones equivocadas. Este general sirio quería ser sano y fue donde el profeta, pero ignoraba cuál sería el método. Y los profetas cambiaban de método según la situación, así que no podía deducir qué haría.

La Biblia dice: “Que no se ponga el sol sobre su enojo”, porque si algo produce insomnio es la bilis del hígado por la ira. Antes de dormir, piensa en lo que más te molestó del día y se te irá el sueño. Bendice aquello o a quienes te incomodan para que no te roben el sueño. El enojo es capaz de despertar lo peor de nosotros. Por eso, Pablo decía: “Enójense, pero no pequen”.

La clave del milagro de Naamán no estaba en las aguas del río sino en la palabra del profeta y los sirvientes lo sabían. ¡Qué bien por los amigos que, en medio del enojo, nos hacen reflexionar! En este caso, ellos lo hicieron entrar en razón: “Eres un hombre con agallas; si el profeta te pide algo de gran esfuerzo, lo hubieras hecho, ¿por qué no hacer esto tan sencillo? Por favor, sumérgete en el río, ya no queremos verte sufrir con esa lepra debajo de la armadura”. Qué bueno tener quién nos ayude a evitar que perdamos algún milagro. Naamán sanó al obedecer la sencilla instrucción que parecía algo ilógica.

Sabemos perfectamente que para Dios no hay nada imposible[2]. Nosotros podemos decir: “Algo es difícil, pero no imposible”, sin embargo, Dios puede decir: “No es difícil ni imposible”. Para Él, lo difícil no existe, por lo tanto, nunca nos mandará hacer algo complicado. Sus instrucciones son sencillas y fáciles. Frente al mar y el peligro de ser atacados por los egipcios, el Señor le dio a Moisés una sencilla instrucción, que extendiera rápido la vara[3]. La primera opción para él era morir ahogado; la segunda opción era que pelearan en contra de los egipcios. Pero la tercera opción era creer en lo sobrenatural y levantar la vara. Era lo más fácil de hacer, aunque lo más difícil de creer. Era tan fácil que resultaba difícil pensar que funcionaría. Cuando se conquistó Jericó, era más fácil obedecer la instrucción de darle vueltas caminando que intentar derribar los muros a la fuerza, pero era tan fácil lo que Dios pedía que resultaba difícil confiar. La mujer con flujo de sangre gastó doce años de vida y recursos sin resultados, estaba convencida de que sería sana simplemente tocando el manto de Jesús. Eso era más fácil que todo lo demás y porque ella creyó con todo su corazón, el milagro fue hecho. Mientras más fácil es la instrucción del Señor, más dudamos, porque esa sencillez reta nuestra estructura mental.

Pensemos que no estaba Moisés cuando el pueblo se encontró copado frente al mar, sino que Dios le pidió a otro que levantara la vara para dividir el mar. Esa instrucción era tan ilógica que probablemente nadie más hubiera tenido la fe para lograrlo. ¡No es fácil encontrar alguien que le crea a Dios! La fe es ilógica porque hay que ir contra todo razonamiento. Dios le pidió a Moisés que hiciera semejante cosa porque era a quien había preparado. Moisés ya había visto la zarza ardiente, había sido testigo de las plagas en Egipto, así que ya había aumentado su fe. Fue acostumbrado a los procesos y órdenes ilógicas, por lo tanto, tenía una fe ilógica, ya que no creer que el mar se abriría era lógico.

Esta es la relación: fe ilógica-duda lógica. Es ilógico ser sana de una enfermedad de doce años, así que la duda era lógica. Y en la Biblia vemos muchos ejemplos de personas que se dejaron llevar más por la duda lógica que por la fe ilógica. Moisés fue incomprendido, igual Daniel, Josué, Elías y Jesús. Cuando Pedro dijo que quería caminar sobre el agua, seguro los demás comenzaron sus apuestas. Nadie más se arriesgó. Hundirse era muy lógico ante lo ilógico de caminar sobre el agua.

Ahora bien, podemos hablar de otro tipo de fe, la lógica, la que usamos para confiar en que Dios tiene cuidado de nosotros hasta en los más pequeños detalles. Jesús nos preguntó por qué nos afanamos por el sustento, si la vida que Dios ya nos regaló es superior a la comida y el cuerpo que ya nos dio es superior al vestido. Si Dios nos dio la vida, no dudes que te dará la comida. Si Dios te dio el cuerpo, también te dará el vestido. Si te dio lo superior, te dará lo demás. Cuando me casé con Sonia, mi suegra nos regaló un juego de cubiertos muy finos. Yo estaba preocupado por las finanzas, porque me casé por fe. En un matrimonio, el amor no es suficiente, hay que sostener a la familia. Como yo estaba algo afanado por proveer, el Señor, tan lindo y amable, me dijo: “¿Si te di esos cubiertos, no te daré la comida?” ¡Claro que sí! En otra ocasión, me puso el ejemplo de un perrito callejero que vivía en la colonia. Se llamaba Bobby, y a pesar de no tener dueño, comía tres veces diarias, porque le dábamos comida en mi casa, en la de enfrente y en la de al lado. Cuando había frío, se metía debajo del carro de quien llegara de último para dormir con calefacción. Y cuando llegó el tiempo de vacunación, también recibió tres vacunas. ¡Solo le faltaba seguro médico! Un día, cuando salí de mi casa y vi a Bobby, el Señor me dijo: “Míralo, no ha dejado de recibir cuidado y alimento, ¿no crees que Yo cuidaré mejor de ti?” Aprendamos a desarrollar esa fe lógica para creer que nuestro Padre desea darnos todo, incluso vestirnos mejor que los lirios del campo, que serían la envidia del rey Salomón[4]. Dios no es como nosotros que reciclamos la ropa de nuestros hijos para que se hereden entre hermanos. ¡Él nos da abundantemente! Por eso, Jesús llamó “de poca fe” a las personas que se afanan. Y en ese caso específico, se refiere a la fe lógica de creer por lo cotidiano; no habla de abrir el mar ni derribar muros, sino de comer y vestir. Dios te cuida con ese amor, autoridad y poder de creación. Él desea bendecirte.

Una fe lógica provoca que digamos: “Quien se mete conmigo, se metió con mi Papá”. Porque Él nos cuida, provee y protege. Educa a tus hijos para que le den gloria y gracias a Dios por todo, especialmente por el milagro de la vida. La ropa se rompe, se desgasta y cuesta repararla, pero la piel es una maravillosa creación de Dios que se repara sola cuando se lastima. La lepra le enseñó a Naamán a valorar más la piel que la armadura. Si Dios me dio la vida, me dará la comida; si Dios me dio el cuerpo me dará el vestido; Si Dios me dio a Cristo, cómo no me dará todo lo demás[5]. No creas que Dios se ofende mucho cuando te da un reto ilógico y te surge una duda lógica, pero podría ser que se ofenda cuando nos enseña lo lógico de Su amor y nos surge con una duda ilógica. No te afanes, no te está mandado abrir el mar rojo, solo te pide que confíes en Su provisión sobreabundante. Tu Padre te dice: “Si te di a tus hijos, ¿no te voy a dar estudio para ellos? Si te di la vida, ¿no te voy a dar comida?” Sé un poco más lógico para creer en Dios. La incredulidad ilógica, ante lo lógico de Su amor, es la peor de las incredulidades. No hay peor cosa que dudar de Su amor. Si pasas por un momento de incredulidad ilógica, si dudas del Señor en las cosas más sencillas de la vida, hoy te doy palabra de aliento.

Cree en Su amor, desecha esa duda tan ilógica que te hace pensar que Él no tiene cuidado de ti. Dile: “Señor, Tú y yo somos mayoría. Tú acampas a mi lado, eres mi defensa, mi sustento, proveedor y sanador, eres mi justicia. ¡Muchas gracias! Yo me declaro persona de fe. Te creo, Señor, con todo el corazón”.


[1] 2 Reyes 5:9-14: Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

[2] Jeremías 32:27: He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?

[3] Éxodo 14:15-16: Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco.

[4] Mateo 6:25-31: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?  Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?  No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?

[5] Romanos 8:31-32: ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

 

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