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No es con nuestra fuerza

12 de septiembre de 2015

Tiempo de lectura: 5 minutos

No es con nuestra fuerza

Acerquémonos al Señor con un corazón humilde y agradecido porque Él es quien hace toda obra de bendición.

Dios nos ama y nos protege. Él tiene su ejército angelical que manda a cuidar de nosotros. La Escritura dice que el ángel de Jehová acampa alrededor de quienes lo respetan, y lo respetamos si lo conocemos, por eso hay que leer Su Palabra, de lo contrario, no llegaremos a conocerlo realmente, y mucho menos a respetarlo. Entonces, Dios nos dice que Él nos salvará con Su poder, no con nuestro poder[1], y si lo conocemos tal como Él es, sabemos que Su promesa es cierta y lo podemos comprobar al ver la misericordia que ha tenido con nosotros al darnos tanta bendición, comenzando por la vida y la capacidad de salir adelante, porque somos lo que somos por la gracia de Dios. Él es quien ha hecho la obra en nosotros y a través de nosotros, por lo tanto, toda la honra y la gloria son para Él, porque en nuestras fuerzas nada podemos lograr, pero con las fuerzas del Todopoderoso, no hay nada imposible.  No es con espada ni con ejército que se conquistan las proezas, sino con el Espíritu de Dios.

Por lo tanto, debemos cuidarnos de no olvidarnos de Él, de quién es, de Sus mandamientos y estatutos. Nadie más que nosotros mismos somos responsables de tener al Señor en el lugar privilegiado que le corresponde en nuestra vida. A veces, a nuestro peor enemigo lo vemos en el espejo, porque nuestra arrogancia nos lleva a olvidarnos del Señor, quien nos ha dado cuanto tenemos. Así que mantengamos un corazón humilde y agradecido con Aquel que nos ha sacado de la esclavitud y nos ha librado de la muerte, Aquel que nos ha proveído con abundancia[2]. Olvidarnos de dónde Dios nos sacó puede llenarnos de orgullo, lo cual sería terrible. Recuerda siempre que toda bendición viene de manos del Señor. Digamos: “Lejos esté de mí olvidarme que ha sido Dios quien ha hecho la obra”.

Te pregunto: “¿Has regresa a aquel lugar sencillo donde antes comías, aunque ahora talvez cierras negocios comiendo en restaurantes elegantes?” Recuerda que si algo tiene poder para mover a Dios es la gratitud. Nunca te jactes, porque no es con nuestra fuerza, sino con la de Él que se logran milagros. Quizá tu hogar ya no podía más o el cáncer que padecías era terminal, pero un toque de Dios hizo posible tu restauración y sanidad. ¡Hay que vivir agradecidos! Toma todos los días un pequeño tiempo para darle las gracias. Di con fe: “Señor, hoy declaro que en mi vida, familia y negocio, no será con fuerza que las bendiciones vendrán, será con Tu Santo Espíritu. Amén”.

La salvación también es un regalo de Dios[3]. ¡No es por obras que la conseguimos, sino por el gran amor del Señor!  Así que nadie se gloríe ni se jacte de ser salvo y mucho menos de tener una conducta conforme Dios lo pide. La salvación es tan cara que solo gratis se puede conseguir. Nadie le puede pagar a Dios para que le perdone sus pecados.¿Cómo es posible que siendo salvos por gracia y misericordia, nos convirtamos en personas arrogantes que hacen de menos a otros? ¡Cuídate de que eso nunca te suceda! Vuelve la vista a la cruz por un momento para recordar quién fue el que dio Su vida por tu salvación, y recuerda que Él te pide hacer lo mismo: dar la vida por la salvación de otros.

La Escritura es tan enfática en el rechazo a la arrogancia y a la jactancia que nos recuerda que Dios escogió a los necios para avergonzar a los sabios y escogió al débil para avergonzar al fuerte[4]. Hemos llegado a donde estamos porque hemos confiando en que Dios nos bendecirá, así que ubiquémonos, nada de volverse petulante ahora que has recibido la gracia de Señor en todas las áreas de tu vida. Cuando yo conocí al Señor jugaba voleibol y ahora, más de treinta años después, he vuelto a jugar porque quiero recordar lo que hacía y quién era antes de que Dios hiciera Su obra en mi vida.  Vuelve a tu origen, nunca olvides tu principio para que tu avance sea seguro y no pierdas el rumbo al dejarte segar por el orgullo. ¡Mantente ubicado, no permitas que el éxito se te suba a la cabeza!

Fuimos llamados a heredar bendición, pero de nosotros depende que la alcancemos a través de nuestra actitud humilde, agradecida y decidida, porque si nos presentamos delante del Señor con esa buena actitud, Él nos escuchará. Si no nos olvidamos de Él y le damos todo el honor y la gloria, si somos compasivos, misericordiosos y amigables, es seguro que Dios nos bendecirá[5].

Busquemos al Señor de todo corazón, oremos con acción de gracias y pidámosle cuanto necesitamos, no nos cansemos de interceder por nuestro país y por las personas en eminencia para que vivamos en paz[6]. Recuerda, no podemos jactarnos ni de la oración, porque no es poderosa por quien la hace sino por quien la escucha, nuestro Señor. No es casualidad que recibamos sabiduría, claridad y entendimiento de parte del Señor cuando le clamamos con un corazón humilde, agradecido y lleno de fe. Acércate a tu Padre y demuéstrale que nunca te olvidarás de Su amor, poder y misericordia. Entoncces, ¡Su Espíritu bendecirá nuestra vida y nuestro país!

 

[1] Zacarías 4:6 comparte: Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

 

[2] Deuteronomio 8:11-18 explica: Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal; que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien; y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.

 

[3] Efesios 2:8-9 asegura: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

 

[4] 1 Corintios 1:26-29 comparte: Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,  a fin de que nadie se jacte en su presencia.

 

[5] 1 Pedro 3: 8-12 aconseja: Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y  sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos; Y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

[6] 1 Timoteo 2:1-2 enseña: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.

 

 

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