27 de marzo de 2007
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Mateo 25:24
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eras hombre duro, que siegas donde sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su Señor le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debiste haber dado mi dinero a los banqueros y al venir yo hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle el talento y dadlo al que tiene diez talentos, porque al que tiene le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera, ahí será el lloro y el crujir de dientes.
El ánimo que tienes en tu corazón proviene de tus pensamientos. Si piensas que la gente es dura, tu ánimo será malo. El miedo provoca que te conviertas en alguien negligente. Hace unos domingos atrás, prediqué un mensaje que titulé: “Pensamientos de bien”. En Jeremías 23 dice que Dios tiene pensamientos de bien para nosotros. En Isaías 55:8 dice: “Porque mis pensamientos no son vuestro pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos, dice Jehová”. Dios da a entender ahí que la diferencia entre lo que El piensa y lo que el ser humano piensa es tan grande como del cielo a la tierra. Los pensamientos de Dios son buenos; los del hombre, malos.
Hoy te voy a hablar sobre pensamientos de mal, o malos pensamientos que no están conforme a Dios. Cuando sale a luz el nombre de una persona, tú ya tienes una imagen preconcebida de ella. Por ejemplo, si te digo: “Osama Bin Laden”, piensas en terrorismo o en las torres gemelas; si te menciono a Diego Maradona, piensas en drogas. Cada nombre tiene atado un pensamiento a él que tal vez no es cierto. Tu nombre también tiene un pensamiento atado en alguien más. Algunos de ustedes cuando mencionan su nombre al vecino, no le vienen pensamientos de alabanza. Si tu nombre lo mencionara tu jefe, ¿qué pensaría él? Tu nombre provoca que alguien piense. Cuando Dios piensa en nosotros, piensa bien; no mal.
Dios piensa bien de ti, así que vamos a hacer nuestro mejor esfuerzo. En Dios no pasan malos pensamientos, sino buenos. El dice que ni sus pensamientos ni sus caminos son los nuestros. Tus caminos son el resultado de lo que tú piensas; así como piensas, será tu caminar, tu ser. Uno puede saber qué hay dentro de tu mente viendo tus pasos. Dios quiere que tus caminos sean los suyos, que camines por su senda y para eso, tus pensamientos deben ser los de Dios, sino habrá un divorcio entre tú y El. Cuando no hay un acuerdo entre los dos, ¿cómo van a caminar juntos? Tienes que estar dispuesto a decir: “Señor, quiero pensar como tú piensas”.
Cuando hablamos de pensamientos malos, lo que te viene primero a la mente son pensamientos sexuales. La gente asocia un pensamiento impuro a un pensamiento sexual. Hoy te quiero hablar de pensamientos malos que no tienen que ver con el sexo. De pensamientos que incluso has defendido y usado escrituras de la Biblia para justificarlos. Si se te cruza un pensamiento impuro, sexual, de fornicación, reconoces que está mal y lo reprendes, pero el problema es que hay otro tipo de pensamiento que está muy mal; pero cuando se te mete en la mente, llegas a pensar que es justo tenerlo. Y aún lo defiendes, y el pensamiento de este siervo es uno de ellos. Te voy a enseñar unas parábolas que Jesús contó donde reveló el pensamiento malo de gente que servía, y el resultado de haber pensado así. Y uno de ellos es el pensamiento de este hombre que dijo: “Yo sabía que eres un hombre duro”.
Lo primero que te voy a preguntar es: ¿Qué piensas de aquel que te exige y te corrige? Todo va bien en el trabajo, sólo te dan la primera llamada de atención, y piensas: “Que jefe tan exigente, es que no comprende”. Este Señor estaba esperando productividad; todo buen jefe y todo buen líder tuyo espera que seas productivo. Todo buen padre espera que su hijo gane las clases en el colegio, que le vaya bien. Dios quiere que le vaya bien, por eso le va a poner jefes que le exijan.
Pero la gente no tiene buenos pensamientos cuando le exigen. A mí me ha tocado ministrar a gente que mientras le digo que Dios lo perdona, lo consuela, todo está bien, pero cuando uno les dice que algo está mal hecho, dicen: “¡Cómo va a ser eso!”. ¿Qué has pensado de la gente que te exige? Lo que me preocupa a mí es que este siervo tuvo miedo. ¿Tú has tenido miedo de relacionarte con otras personas? Eso revela que dentro de ti hay un pensamiento que no está bien. Como dicen, el que nada debe, nada teme. Cuando piensas mal de tu jefe, empiezas a juzgar, y cuando él te llama a su oficina, entras nervioso. Porque Dios nos dejó algo ahí dentro que se llama conciencia y ésta te dice: “Has pecado con tu pensamiento”. Por eso es que te empiezan a sudar las manos, la voz te tiembla, la mirada se te pierde. Porque hay algo en ti que estuvo mal antes. La Biblia dice: “Sin fe es imposible agradar a Dios, porque el que se acerca a El es necesario que le crea”. A Dios le agrada la gente que se acerca con confianza, no con miedo; que cree que Dios le puede dar algo bueno. Igual es la gente. Cuando tienes miedo de acercarte a alguien, eso da a entender que hay algo que no está bien y no se ha dicho. Ese miedo te vuelve un siervo negligente, inútil y eso hace que te echen fuera. Hay muchas relaciones que empezaron entregándose talentos el uno al otro, pero terminaron en una división por la forma de pensar que tiene el uno del otro. Cuida lo que piensas. Cuando la gente piensa mal, empieza a justificar su mal pensar.
Cuando justificas tu mal pensamiento, terminas en tinieblas. Hay tinieblas que han entrado en algunas personas por pensar así de alguien más. ¿A ti te agrada que piensen mal de ti? No pienses mal de nadie. La gente lee los periódicos y dice: “Ya viste lo que hizo fulanito”. Pero cuando escriben algo de ti, dices que escriben mentiras.
Mateo 20:8
Cuando llego la noche, el Señor de la viña dijo al mayordomo: “Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más, pero también ellos recibieron un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El respondiendo dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo un denario? Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este postrero como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia porque yo soy bueno? Así los postreros serán los primeros, y primeros postreros, porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
Si Dios está regalando, ¿por que te vas a sentir mal? Pero cuando él pensó mal, empezó a murmurar. El le dice: “Amigo”, y como creía que era amigo, pensaba que merecía más.
Segunda forma de pensar mal.
¿Qué piensas cuando le dan a alguien más algo que no te dan a ti? Juzgan al otro por hacer algo bueno. Ese pensamiento nace desde tu casa. Tú eras los dos ojos de tus papás, pero ellos volcaron su atención sobre el nuevo bebé y empiezas a ver todo lo que le dan a él como que te están haciendo un daño. Y por primera vez en tu vida experimentas ese sentimiento llamado celos o envidia. Algunos de ustedes crecieron resentidos porque le dieron ese amor a su hermano. Entonces cuando entras a la oficina, empiezas a identificar quién es el consentido del jefe y te sientes mal. Comienzas a envidiar y codiciar lo que alguien más tiene. Te peleas con los que reciben lo bueno.
Cuando le dan un premio a otro y no te lo dan a ti, ¿qué piensas en ese momento? ¿Qué piensas cuando le dan una honra a alguien más? La Biblia dice esto: “El fuego prueba el oro, y la alabanza prueba los corazones”. Cuánta gente se ha quejado de su líder, de su jefe diciendo: “Escogieron al que tenía menos tiempo”. ¿Acaso la antigüedad le da algún derecho? Esto le ha causado un daño, pues piensan que si el problema es por bendecir a alguien, mejor no le dan nada. A veces pensamos: “Este que es pecador, está lleno del Espíritu Santo”. Ese no es nuestro asunto. Si tú fueras un genuino hermano de él, te gozarías. La Biblia dice: “Gozaos con los que se gozan”. Si alguien es bendecido, aun cuando tú no lo recibas, siéntete alegre.
Deja de codiciar lo que no tienes, alégrate con lo que tienes. Deja esa filosofía que tiene a las clases sociales luchando, en vez de decir: “¡Qué bueno que has prosperado, enséñame cómo lo hiciste!”.
Lucas 12:16
También les refirió una parábola diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe y regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma y lo que has provisto, ¿de quién será? Así será el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Tercera forma de pensar equivocada.
¿Qué haces cuando Dios te bendice? A este hombre rico le iba bien, pensó en dejar de trabajar y Dios le dijo: “necio”. Ese es un hombre que en vez de ser rico para Dios, fue rico para sí mismo. En vez de usar los bienes que tenía para dárselos al Señor, no supo para qué estaba prosperando y en vez de hacerlo para Dios, lo hizo para sí mismo, y entonces Dios le pidió su alma. Mucha gente no sabe qué hacer cuando le va bien. El apóstol Pablo decía: “Sé vivir en abundancia y en escasez”. Hay gente que cuando tiene escasez y le va mal, se deprime, porque no saben vivir así. Pero hay gente que tampoco sabe llevar la abundancia; cree que les está yendo tan bien, que son tan capaces y dejan de escuchar a Dios. Mucha gente cuando tiene una adversidad, le fluye la adrenalina, le vienen ideas, lucha, sale adelante y lo resuelve, y cuando están hasta arriba, se sienten incómodos con el éxito, se enorgullecen, y a los pocos días están pecando; no supieron qué hacer con lo bueno. Hay gente que no sabe cómo hacer el bien en su matrimonio; su esposa le da un abrazo y ya no sabe ni qué hacer. Pero póngase a discutir y es un maestro. Sabe más pelear que comunicarse con su esposa. El Señor dijo que cuando te vaya bien, cuides tu corazón de no llegar a decir: “Esto lo hice con mis fuerzas”. ¿Cuánta gente usa lo bueno que tiene para hacer sentir mal a alguien más? Su carro, títulos universitarios, su salario y hace de menos a alguien más. Cuántos jóvenes que creen tener “pegue” con las jovencitas, ven con desprecio a los que no lo tienen. O cuántos que llevan una vida con santidad, miran mal a aquellos que están en pecado. Cuántos religiosos hay que creen estar bien con el Señor y menosprecian al que creen pecador.
La gente califica como los momentos adversos los de escasez, y dicen: “Estoy en prueba”, pero los de éxito también son una prueba para tu corazón. Cuánta gente se acerca a Jesús cuando está en deudas, mal, en un pecado, pero cuando Dios los empieza a levantar, restaura su matrimonio, entonces se alejan. Jesús contó la parábola de la cena que hizo y mandó invitar a aquellos que les había hecho un bien y no llegaron; lo bueno que Dios les dio los separó de El. Vamos al matrimonio: está ahí tu marido, no te dice que estás bonita, pero tu jefe te dice: “¡Qué guapa vienes hoy!” ¿Qué haces con esas palabras? ¿Abres la puerta para un amorío? ¿Cómo te comportas delante de cosas que consideras buenas? ¿Qué pasa en tu mente? Ten cuidado, piensa como Dios piensa.
Hay una parábola en la cual el Señor da sus bienes y se va lejos. Esa persona comenzó a pensar mal porque le dieron libertad. ¿Qué haces cuando tu jefe no te mira? ¿Tus pensamientos son tan buenos que Dios pudiera publicarlos todos? No estoy hablando de pensamientos de fornicación. Tú has juzgado por tener una forma de pensar que no le agrada a Dios. El Señor dice: “En todo lo bueno, en eso pensad”. Que feo ser una persona que siempre piensa mal de los demás, no confía.
Eclesiastés 10:20
Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tengan alas, harán saber la palabra.
¿Por qué son tan peligrosos tus pensamientos?
Isaías 14:12
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.
El primer ser de la historia que pensó mal en su corazón se llamó Lucifer. El dijo: “Me voy a sentar a lado de Dios”. Nunca lo hizo, sólo lo pensó y Dios lo echó del cielo, pasó de ser un querubín a ser una bestia; del cielo al Seol, porque pensó mal. El diablo sabe muy bien y dice: “Si logro que el hijo de Dios piense mal, El hará lo mismo con él, como lo hizo conmigo. Entonces el diablo viene y te deja una semilla; te dice: “¿No crees que es injusto lo que te están haciendo? Y uno dice: “De verdad que es injusto”. En ese momento que le da cabida a ese pensamiento, va camino a las tinieblas de donde viene ese pensamiento. ¿Cuántos pensamientos no son como los que Dios pide que tú tengas? ¿Cuántas cosas hay en ti tan equivocadas? Piensa como El piensa y vas a conocer la voluntad de Dios. No seas sabio en tu propia opinión, no tengas vanidad en tu mente. Pídele al Señor tener la mente de Cristo.
Pide perdón por las veces que has discutido en tu cama, por esa lucha interna, por las veces que has pensado mal de alguien más.
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