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Tomando la confianza espiritual

19 de noviembre de 2011

Tiempo de lectura: 4 minutos

 

La seguridad es el segundo elemento más importante para el ser humano, ya que el primero es la alimentación. Y como hijos de Dios adquirimos dicha seguridad junto a Él para no dejarnos vencer por las adversidades. Hay quienes adquieren seguridad al recibir algún curso de motivación personal, otros depositan su confianza en el dinero o en sus capacidades, pero esto no es suficiente ya que todo lo material es efímero y puede desaparecer en cualquier momento, tal como hemos visto en muchas ocasiones, especialmente en estos tiempos de crisis financiera. También es peligroso confiar más en las personas que en el Señor. No significa que debemos ser desconfiados, sino que es incierto poner nuestra seguridad en algo natural y vano, ya que solo Dios puede darnos certeza y es el único digno de entera confianza.

Hace poco, en la iglesia recibimos un curso de rescate y uno de los ejercicios básicos fue aprender a utilizar y a confiar en el equipo: el arnés y los ganchos que te sostienen a las cuerdas cuando subes o bajas por algún espacio. Hicimos el primer ejercicio en una pared relativamente baja y realmente es intimidante dejarse caer de espaldas. ¡Lograrlo requiere plena confianza en el equipo que llevas puesto y en las personas que te sostendrán! Esto me hizo reflexionar sobre la seguridad y certeza espiritual que debemos tener en las promesas de Dios. El proceso de rescate en momentos de crisis nos sirve para comprender que durante las pruebas, Él es nuestro soporte si estamos bien agarrados de Su Palabra y amor.

Haciendo algunas comparaciones entre el equipo de seguridad para realizar rescates y las herramientas que tenemos como seguridad espiritual, podemos identificar el casco como la Palabra que es nuestro yelmo de salvación y nos protege de los pensamientos negativos del enemigo. Otro elemento importante en labores de rescate es el arnés que debes ponerte para que tu cuerpo se conecte con la cuerda de seguridad. Además, debes tener un gancho que se ve pequeño pero es muy fuerte y capaz de soportar un enorme peso. Este gancho sujeta tu arnés a la cuerda que otras personas sostienen con firmeza para que no caigas. Entonces, haciendo la comparación, podemos ver el arnés como las promesas que te sostienen en momentos de dificultad y el gancho con la cuerda como la fe que te hala hacia arriba cuando sientes que caes al abismo.

Ya sabemos que todos pasamos por momentos difíciles, pero superarlos depende de nuestra actitud. Los cristianos nos enfrentamos a la prueba bien equipados con el arnés de las promesas del Señor y sujetos a la cuerda de la fe, por eso vemos las pruebas como oportunidades para que el Señor nos rescate, porque estamos unidos a Él y sabemos que todo ayuda a bien a quienes lo aman. Por el contrario, quienes confían solamente en sí mismos y sus capacidades, ven las pruebas como riesgos enormes porque no están bien equipados sino que están agarrados de un débil cordón de lana que puede romperse en cualquier momento.

¿Qué promesas tienes de parte de Dios para pasar la tribulación? No puedes ser rescatado sin el arnés de la Palabra que tiene algo justo para ti cuando estás enfermo, pasas dificultades económicas o te sientes solo. Además, de nada sirve el arnés si no está atado al lazo de la fe que te hala hacia arriba. Engánchate a la fe en las promesas del Señor porque Él no falla. Incluso juró por sí mismo a Abraham para convencernos de que Él es fiel1. Ninguna situación es más poderosa que nuestro Señor quien nos hace vencedores en medio de la dificultad2. Ni el presente ni el pasado nos asustan porque Él es nuestra seguridad, quien nos rescata del pozo más profundo y oscuro.

El premio es grande para quien se agarra fuertemente de la fe en las promesas del Señor y tiene paciencia3, ya que un rescate se hace despacio y paso a paso para evitar errores. No desesperes, Dios no te abandona si le demuestras que estás fuertemente aferrado a la fe en Sus promesas4.

Las bendiciones son para quien las conoce porque ha leído la Palabra y tiene fe en que las alcanzará. Lee la Biblia, busca el versículo que necesitas y engánchate en un proceso de fe. Debes conocer lo que esperas y para eso debes acercarte al Señor, quien te hablará sobre lo que tiene específicamente para ti.

Ábrele tu corazón al Señor y recíbelo como Señor y Salvador. Ese es el paso inicial para que te entregue la primera promesa, la de vida eterna. De esa forma estás poniéndote el arnés que debes enganchar con la fe para salir de tus dificultades. El propósito de la prueba no es hundirte sino darle al Señor la oportunidad para rescatarte. Declara que fortalecerás el arnés de las promesas que te ha dado y te engancharás a la fe en Su Palabra para que Él te saque de cualquier pozo de dificultad.

 

1 Hebreos 6:13-19 explica: Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo.

2 Romanos 8:37-39 dice: Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

3 Hebreos 10:35 afirma: No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón.

4 Jeremías 17:7 nos recuerda: Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.

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