21 de marzo de 2011
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Dios nos perdona por misericordia, pero con Su justicia nos da recompensa. Muchas veces apelamos solamente a Su misericordia y debemos aprender a avanzar en el camino de la justicia para estar plenamente seguro que la bendición vendrá.
La Palabra nos habla de un hombre justo que envió trabajadores a su viña a diferentes horas (Mateo 20: 1-15). Con los primeros hizo el trato de pagarles un denario al día y con los siguientes que contrató en el transcurso de la jornada, solamente les dijo que pagaría lo justo. La cuestión interesante sucedió en la noche cuando llegó el momento de saldar cuentas, ya que intencionalmente le pidió al mayordomo que le pagara primero a quienes contrató de último porque deseaba ver la reacción de los que habían trabajado todo el día.
A quienes trabajaron poco tiempo les pagó un denario, entonces quienes trabajaron la jornada completa pensaron que se les pagaría más, pero no fue así ya que con ellos hizo un trato inicial que se respetó, así que les pagó el denario pactado.
Dios siempre prueba nuestros corazón para descubrir la razón por la cual le servimos. A los postreros los probó cuando los contrató y les dijo: “Vayan y les daré lo justo”. Estos hombres confiaron en quien los contrataba y no exigieron saber cuánto les pagarían porque se les dijo que recibirían lo justo.
Por el contrario, a los que contrató a primera hora, los probó al momento de pagarles, es decir al final cuando, por supuesto, protestaron ante lo que creyeron una injusticia. Pero no lo era porque al ser contratados se les especificó el pago que recibirían y lo que el amo quisiera pagarle al resto, no era de su incumbencia. Estos hombres no confiaron en el contratista sino en el contrato que se pactó. Entonces, al murmurar, el amo les dice que han recibido lo convenido y los despide. Seguramente para no volver a contratarlos porque nadie desea trabajadores que murmuren contra el amo.
La enseñanza es reveladora, todo murmurador contra la justicia de Dios termina afuera. ¡Yuju! ¿A quien piensas que contrató para el trabajo del siguiente día? Por supuesto que a los últimos quienes demostraron buena actitud, humildad y confianza en la justicia del amo. Hagamos cuentas, si les pagó un denario por una hora de trabajo y les dijo que pagaría lo justo, ¡seguramente les pagaría 12 denarios por las 12 horas de una jornada completa! Este hombre no pagaba salario mínimo, sino lo que consideraba justo. Los que creyeron en él, recibieron más de lo que esperaban. El Señor promete darnos más de lo que pensamos si confiamos en Él y Su justicia.
Dios no te ha dado más porque no crees que es justo. Cuando estás ante una dificultad y preguntas: “¿Por qué me sucede esto? ¡Estás blasfemando! Háblale a tu ser de la justicia de Dios, dile con confianza: “¡Sé que lo hará, mi Padre es justo, hará justicia, me prepara para algo más grande!
La justicia de Dios es bendición, pero Él advirtió que sería causa de persecución. Cuando Pedro le preguntó qué tendrían, Jesús encontró justa la pregunta y le respondió que no había ninguno que por Él y Su causa haya dejado algo que no recibiera cien veces más aquí en la tierra. Esta es una ley universal que nos incluye porque dijo “NINGUNO”, es decir que toma en cuenta a TODOS los que se sujeten a Su ley. Así es el Reino de los cielos operando en la tierra.
Si padeces persecución por ser justo, no te preocupes, la justicia de Dios está de tu lado y recibirás cien veces más en la tierra, además de galardón en el cielo (Mateo 5:10-12). Dios ha sido bueno contigo, por eso te persiguen, así como los trabajadores murmuraron contra el amo que fue bueno. Dios es justo, repítelo una y otra vez. Cuando haces lo que Él dice y das lo que pide, también entrega lo que ofrece.
La bendición viene porque algo la provoca, no porque Dios amaneció de buenas y quiere enviarla caprichosamente. No critiques la justicia del Señor en la vida de alguien, mejor trabaja a Su servicio para merecerla tú también. Dale gracias por Su amor, misericordia y justicia que te alcanzarán si le entregas tu vida y le reconoces como tu Señor y Salvador.
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