19 de junio de 2011
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Josué le presentó dos opciones al pueblo, o servían a dioses paganos y ajenos o al Señor, tal como él había decidido hacerlo (Josué 24:15). Recordemos que él era el líder, el ungido para ganar la Tierra Prometida y además, demostró que era sacerdote de su casa. Tenía grandes responsabilidades, pero no descuidaba su familia. Decir que decidimos servir a Dios junto a la familia, no se trata de confesarlo como palabras mágicas, sino asumir el compromiso de emprender un camino difícil pero bendecido. Todos queremos un hogar feliz y próspero, pero primero debemos decidir hacer lo correcto.
No es fácil, ni para los hijos hacerlo ni para los padres iniciarlo. En casa, nuestra familia sabe quiénes somos y cuál es nuestra realidad, no podemos engañarles o decirles mentiras porque conocen nuestra conducta y reacciones. Esto nos compromete todavía más a un cambio real. Las cosas no cambiarán de la noche a la mañana, pero es importante cerrar las puertas al mal.
La promesa del Salmo 1:1-3 es que serás como árbol fuerte que está plantado cerca de aguas que te dan vida, es decir que no morirás, permanecerás y te sostendrás aunque vengan momentos difíciles. Nuestros hijos y nuestro hogar son oportunidades para plantar buena semilla, son ríos que pueden alimentarnos, pero también derribarnos con el ímpetu de sus aguas. Todo depende de la fortaleza que tengas, unido al Señor y Su Palaba que te da vida.
Es necesario temer a Dios, lo que no significa tenerle miedo, sino relacionarse con Él, estar convencidos que es nuestro Padre y nuestro Dios a quien amamos, respetamos y servimos. El Salmo 128:1-3 nos habla de dos plantas significativas en la Biblia: La vid que produce las uvas y el olivo que produce las aceitunas. Estas son dos figuras que ejemplifican la bendición y abundancia y se utilizan mucho en la Palabra para dar a entender lo que Dios desea para nosotros. El olivo también es símbolo de paz. Por eso forma parte de la bandera de las Naciones Unidas. Además, representa sabiduría, inteligencia, poder y longevidad.
Entonces, el Salmo 128 nos dice que los hijos serán como olivos alrededor de la mesa porque de hecho, esta planta genera retoños en la base de su tronco que se trasplantan. Sabemos que el fruto del olivo es la aceituna, pero para producir otro olivo no basta con sembrar la semilla. Al hacerlo, crecerá una planta que se llama acebuche que no produce olivos, ya que es un arbusto silvestre de menor calidad. Con esto vemos que los árboles de olivo no nacen, sino que se hacen, de la misma forma que nuestra familia.
Para producir un nuevo árbol de olivo, es necesario tomar uno de los retoños y sembrarlo junto con un pequeño pedazo de la base del tronco para que al crecer, produzca aceitunas. Dale tiempo en tu familia, toma a tus hijos, siémbrales el amor a Dios que es parte de tu propio ser y verás que producirán valiosos frutos.
Dios bendice integralmente, no puede darle lo bueno a un pueblo si no bendice a los individuos. En mi caso, puedo asegurarte que gozo de bendiciones que no me correspondería como individuo, pero que he recibido en herencia de mi familia ya que soy la cuarta generación de cristianos. A mi tatarabuela la apedreaban por ser “evangélica” pero yo recibo bendición donde quiera que voy.
De esa forma recordé el Salmo 127 1-5 porque es cierto que en vano se trabaja si no es en la obra del Señor quien bendice con hijos y prosperidad. Mi tatarabuela había entregado a su familia en manos de Dios y yo también, así que puedo estar tranquilo. Ya que Él pondría estorbo al pecado y los protegerá, de la misma forma que lo había hecho conmigo y lo hará con tu familia si decides entregarla en Sus manos. El Señor pondrá estorbo para que no entre el pecado en tu casa, los librará de toda arma forjada y velará en la entrada, los bendecirá con prosperidad y abundancia si decides temerle y servirle.
Busca tiempo para tu familia, disfruten actividades que puedan compartir porque ese es el inicio de una siembra que producirá frutos de amor y gozo en el Señor. Lo importante es acercarte a ellos, dedicarles tu vida y ayudarlos a crecer en la fe y en comunión contigo. Todo debe fundamentarse en tu propia transformación porque es necesario que te conviertas en olivo para producir retoños que fructifiquen.
Desde ahora tus hijos verán a un padre y una madre renovados en el Señor, llenos de cariño y paciencia. Ellos imitarán tu ejemplo de virtud. Acércate a Dios para que te enseñe el camino, te aleje del pecado y guarde a tus seres queridos. Declara que tu vida y tu familia le pertenecen a Dios a quien servirán el resto de sus vidas para que la bendición alcance a tus generaciones presentes y futuras.
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