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El amor verdadero

04 de junio de 2016

Tiempo de lectura: 11 minutos

En septiembre de 2001, vivimos la terrible catástrofe de las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York. Esas súper estructuras terminaron hechas ruinas. De la misma forma están cayendo las súper estructuras sociales como la familia. La corona de la creación fue el hombre, a quien Dios le dio ayuda idónea, de esa forma estableció la familia. Sin embargo, ahora vemos grandes esfuerzos del mundo por traer abajo la estructura de la familia. Vemos hombres que se creen mujeres y viceversa. Se olvidan de que Dios estableció dos torres, hombre y mujer, para procrear niños y niñas seguros de su identidad. Si no luchamos porque esa estructura se mantenga firme, la sociedad se vendrá abajo al socavar sus bases.
La familia debe ser un puerto seguro, lleno de amor, pero ahora vemos estadísticas alarmantes; en USA, uno de cada dos matrimonios se divorcian. 40 y 50% de matrimonios terminan en divorcio; cuatro de cada diez niños pasarán su infancia con un solo padre, y tienen más posibilidades de desórdenes de conducta y de consumir drogas. ¿Por qué los matrimonios no pueden disfrutar de la vida y de sus hijos? ¿Qué está sucediendo? El compromiso ahora es relativo. Somos extraordinarios para emociones y sensaciones, pero evadimos el pacto. Los sentimientos pueden variar, somos hormonales, pero el compromiso es permanente, por eso me gusta conceptualizar el matrimonio como el compromiso total del ser humano total. Porque realmente el amor todo lo puede, todo lo sufre y todo lo soporta.
Otra estructura que está tambaleando es la Iglesia. Vemos en USA la Catedral de Cristal, muy famosa, hermosa, ícono arquitectónico, pero ahora está vacía. Sabemos que la Iglesia no es un templo, sino que somos nosotros, los hijos de Dios, quienes debemos dar buen testimonio, pero hay cuatro cosas que ponen en riesgo a la Iglesia de hoy. Una cosa es la persecución, otra es la falsa doctrina, la tercera cosa es la mundanalidad y la cuarta cosa es la indiferencia. Debemos abrir los ojos a estas cuestiones y luchar porque no prevalezcan.
Hay ciertas características de una Iglesia fuerte. Una es que funciona como un cuerpo, no solo hay cabeza sino que también hay brazos, piernas y corazón. Seguramente nunca te han dicho: “Qué hígado más hermoso tienes”, pero ese órgano es vital. Hay muchos órganos dentro de un cuerpo que no se ven, pero sin ellos, el cuerpo estaría muerto. ¡Todos somos necesarios! ¡Bendito Dios por todos los hermanos de la iglesia! Otra característica de una Iglesia fuerte es que funciona como una familia amorosa y preocupada unos por otros. También debe funcionar como un templo sagrado y como un reino, donde Jesús es el Rey. Y por último, una Iglesia es fuerte cuando funciona como una novia hermosa, pura, correcta y comprometida con el novio. ¡Fortalezcamos a la Iglesia, porque todos formamos parte de ella!
Debemos aprender a construir buenas obras de fe por el poder del amor de Dios. Como si construyéramos puentes y fuéramos restauradores, no destructores[1]. Muchos matrimonios son solo apariencias, por lo que tenemos la gran tarea de construir y también de reconstruir. Si tu relación se ha venido al suelo, cree y Dios les restaurará, porque es Señor de segundas oportunidades. Hay dos tipos de personas, los que construyen murallas y los que construyen puentes. Seamos una iglesia que edifica puentes que nos conectan con el amor de Dios. Ahora hay muchos pastores que abandonan el ministerio porque no soportan la presión y la responsabilidad, se alejan y se divorcian. Rompamos murallas y construyamos puentes. Siempre esperemos lo mejor de las personas, aún en las situaciones más desfavorables.
El amor siempre edificará[2], así que amemos y edifiquemos. Olvida los rencores, deja de pensar en tus enojos. Que no seas de los que pierden amigos porque solo criticas y te quejas. No guardes basura en tu mente, bota los malos recuerdos. Elimina aquello que te lastimó. El resentimiento nos impide amar, por eso no debemos acumularlo, porque es basura que se pudre y te corrompe. El perdón es un quita montañas, no simplemente un borrador de pizarrón. ¡Perdona y pide perdón, ese es el verdadero lenguaje de amor! Si quitas esa montaña de rencor, es posible que debajo de todo eso, aún encuentres viva a la persona que amas.
¿Qué nos impide eliminar el rencor? Lo primero es el extremo sentimiento de justicia que nos mueve a buscar venganza, pero Dios dice que se lo dejemos a Él. No te ensucies las manos y el corazón pensando en venganza o justicia, eso es cuestión de tu Padre celestial[3]. José logró lo que soñó que sería, una autoridad frente a quien sus hermanos se inclinaron. Puedes sentirte lo peor, pero Dios te convierte en lo mejor, por Su gracia y para hacer Su obra. Dios transforma el mal en bien para hacer grandes obras. Solo Él puede hacer que olvidemos y perdonemos toda ofensa. Necesitas un Manasés “olvido del rencor”, si te abandonaron, si te ofendieron y lastimaron. José llamó a su segundo hijo Efraín, que significa fructificar en la tierra de aflicción, lo que significa superar el dolor y seguir adelante, justo como debemos hacerlo para que el amor sea nuestro estandarte[4].
Enfoquémonos en lo que tenemos, no en lo que no tenemos. No subrayemos lo malo sino lo bueno. Se nos olvidan los beneficios y solo recordamos los perjuicios, pero debe ser al contrario[5]. No veas el pequeño punto negro en la gran hoja blanca. No hagas de un pajar una montaña. Tendemos a ser pesimistas y negativos cuando debemos enfocarnos en el poder del amor que es ausencia de temor.
Hay tres niveles de amor, el primero es “te amo porque te necesito”, es egoísta y egocéntrico. El segundo es “te amo porque te deseo”, es lujuria. El tercero es “te amo porque me necesitas”, es el amor que más se acerca al que Dios espera que nosotros expresemos. La esencia del amor perfecto es encontrar una necesidad que podemos satisfacer. Por eso debemos dar de comer, dar de beber, dar abrigo, cuidado y atención, porque al hacerlo a nuestros hermanos, a Dios lo hacemos[6].
El amor egoísta es el que construye murallas y no puentes. Jesús nos dio un mandamiento nuevo, no es una opción, es un mandato, así que debemos amar[7]. No puedes decir que te cae mal alguien, que no puedes ver ni en pintura a alguien porque nuestro Padre mandó que nos amáramos. La única manera de convencer al mundo de que somos discípulos de Jesús es demostrando que amamos de verdad. Toma la mano de tus hermanos en Cristo, da gracias al Señor por amarte, por perdonarte, por transformarte. Pídele ayuda para amar al prójimo como a ti mismo y como lo amas a Él. Pídele que te ayude a superar todo rencor en el nombre de Jesús y así será.


[1] Isaías 58:12: Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.
[2] 1 Corintios 8:1: En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica.
[3] Deuteronomio 32:35: Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura.
[4] Génesis 50:17: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.
Génesis 41:51-52: Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés;[a] porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
[5] Salmo 103:1-2: Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.
[6] Mateo 25:34-40: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
[7] Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
 

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